El carácter de la programación cultural de cualquier territorio debería estar construido desde la verdadera necesidad de sus habitantes. De lo contrario, habría como una especie de lucha de contrarios y, por consiguiente, la poca o nula participación popular en esas actividades. Además de que le pondría el comunicador una carga y culpabilidad extra que no lleva ni merece. Porque en el arte de comunicar y divulgar esa vida de la institución de la cultura, no está garantizado la asistencia masiva de público.

Aunque este asunto necesita un poco más análisis y pensamiento debido a lo complejo de su naturaleza.

En Ciego de Ávila, esta realidad plantea un reto a quienes diseñan la oferta cultural, pues el conocimiento profundo de la comunidad es el primer pilar para construir un programa que funcione verdaderamente.

Entender los procesos culturales de la comunidad avileña es fundamental para que la programación no se convierta en un acto impuesto sino en una respuesta viva a sus gustos, valores y tradiciones.

La provincia, con sus expresiones de música, danza, teatro, literatura y artes plásticas, guarda una riqueza patrimonial que se nutre tanto del legado histórico como de las prácticas cotidianas de sus habitantes. Incorporar estas manifestaciones en la agenda cultural garantiza que el arte ofrecido esté en sintonía con las raíces y aspiraciones locales, rompiendo así la distancia entre el escenario y el público.

De alguna manera, esto se hace palpable en la cotidianidad de la casa de la cultura José Inda Hernández cuando se pone de manifiesto la afluencia de público en sus actividades de fin de semana en el bulevar. Y no solo un público de tránsito, también acuden personas que van expresamente a disfrutar del tipo de música que allí se ofrece, o para ver a sus hijos actuar o, solo para pasar un rato en buena compañía; entre otras razones.

Lo que conlleva a pensar que en esta institución, como en otras de fácil distinción, la cosa funciona casi de la misma forma. Se piensa en lo que le gusta a su público, y se le ofrece aunque no siempre con la calidad necesaria; pero eso lleva otro análisis que ahora mismo no es oportuno llevar a cabo.

Lo cierto es que, por otra parte, tampoco es imprescindible ofrecerle a una comunidad solamente lo que pide o necesite en materia cultural, porque sería como ofrecerle al niño solo confituras y nada de comida deliciosa y cargada de nutrientes. Lo ideal sería ofrecer lo que piden y además lo que es útil y bello.

Aquello que, aunque pareciera anacrónico en su contexto social, represente altos valores estéticos o la continuidad de una tradición que no debería perderse. Esto sería parte de la tan necesaria formación de públicos.

La actualización constante de los programadores culturales es otro factor imprescindible en este proceso. No basta con conocer la tradición; es necesario también anticiparse a las nuevas formas de consumo y expresión artística, así como a las transformaciones sociales que influyen en las demandas culturales.

Una programación dinámica y fresca puede atraer nuevos públicos y mantener el interés de aquellos más fieles. Además, la formación continua contribuye a que los gestores se conviertan en catalizadores que ajustan la oferta artística a contextos cambiantes y emergentes necesidades sociales.

Transmitir valores a través del arte es una parte esencial de la misión cultural en Ciego de Ávila. Las propuestas no solo deben entretener, sino también educar y fomentar el respeto, la identidad, la solidaridad y el sentido de pertenencia.

En este sentido, la cultura es un vehículo para fortalecer la cohesión social y aportar a la formación humanística de la comunidad. Las celebraciones, festivales y actividades artísticas son espacios donde se reflejan y renuevan estos valores, invitando a públicos de todas las edades a participar activamente en la vida cultural de la provincia.

La cultura no solo se consume, también se construye desde la interacción y el aprendizaje. En Ciego de Ávila, las instituciones culturales desarrollan talleres, proyectos comunitarios y actividades educativas que buscan sensibilizar y preparar al público para una experiencia artística más profunda y consciente.

Esta tarea implica cultivar desde niños y jóvenes una disposición abierta al arte, garantizando la continuidad y la vitalidad del ecosistema cultural local a largo plazo.

Finalmente, el compromiso de las autoridades culturales y gubernamentales es indispensable para que esta programación responda a las necesidades reales, se mantenga sostenible y continúe el curso trazado en la Política Cultural de la Revolución.

El apoyo presupuestario, una gestión transparente y la participación inclusiva de diversos actores sociales consolidan un sistema cultural vivo, diverso y democrático. Cuando la cultura se entiende como un derecho de todos y un elemento clave para el desarrollo social, entonces la programación en Ciego de Ávila deja de ser un simple listado de eventos para convertirse en el pulso artístico de una comunidad que se reconoce y se celebra a sí misma.

Por Vasily MP

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