Es sábado, pero puede ser cualquier día de la semana. Desde las 9:00 de la mañana los libros reposan sobre la mesa, en una esquina de gran afluencia de público, en el parque Martí, de Ciego de Ávila. Textos de José Martí, Antonio Maceo, Nicolás Guillén, Onelio Jorge Cardoso… están allí en la improvisada mesa.

Rodeado de un público entrado en edad y algunos jóvenes, permanece Carlos Ramos Rizos, un hombre de poco más de 1: 65 metros de estatura, memoria prodigiosa, un corazón sin par y una sapiencia extraordinaria.

Con apariencia sacerdotal está. Me habló a retazos, en los momentos de encuentros ocasionales, e intento hilvanar la historia de una vida que cabalga sobre más de 55 años dedicados a la declamación, la poesía, la cultura en sentido general. Olvidé preguntarle si era graduado universitario o de formación autodidacta, interrogante que pudiera dejar de tener trascendencia ante la fecunda vida de este actor.

Se los presento con letras tímidas, porque en sus anaqueles descansan muchos reconocimientos, títulos y diplomas, como para que se sepa y quede para la historia el andar de 74 años. Su única “enfermedad” es el trabajo y su único “mal”, el descanso).

En conversaciones informales, escuché la historia, recogida en signos taquigráficos y ordenada en esta síntesis de palabras entintadas. Previamente le había pedido que anotara en una hoja algunos aspectos relevantes de su vida artística. “Son irrelevantes”, contrapuso. “Siempre he trabajado por amor, sin percibir nada a cambio, incluso, a veces, ni salario, porque si me fueran a pagar todo lo que uno hace…”, comentó en uno de los encuentros.

Cumplió a regañadientes y trajo escrito en papel macilento: Actor y director artístico, profesor de declamación y actuación, fundador de la compañía Teatro Primero; ha participado en diferentes festivales, algunos casi desconocidos para los más jóvenes: Máscara caoba, Santiago de Cuba; Teatro Cubano, en Camagüey; Teatro sin fronteras, en Ciego de Ávila; Mejunje teatral, Villa Clara; Festival de Teatro de La Habana, poseedor de dos premios nacionales de actuación, por su desempeño actoral en dramatizados de Radio Surco, emisora provincial de Ciego de Ávila.

Desde hace 29 años es director del proyecto cultural Con-Cierto-Amor, dedicado a la declamación; ostenta la distinción honrar honra, entre otras prestigiosas condecoraciones.

—¿Cómo se siente en el pellejo de un actor?

—Yo quise ser escritor. Y he escrito algunas cositas, pero no las he sacado a la publicidad y creo que ya queden ahí, guardadas para siempre.

“Lo de actor se me inoculó en las venas, ‘por cuenta propia’, pues en mi familia no había alguno. Mis padres eran unos guajiros muy honestos que poco sabían de actuación.

“Eso me ha llevado, incluso, al desarrollo de iniciativas dirigidas al mejoramiento de la calidad de vida de las personas, con proyectos comunitarios, que aúnan a actores de diversas procedencias (profesionales, artístas, generacionales), con la intención de dar respuestas a problemas concretos en la comunidad, siempre con un fin de beneficio social colectivo”.

—¿Su proyecto Art-Y-Libros?

—Da respuesta a esos problemas de la localidad, crea hábitos de lectura. Tiene la intención de convertirse en comunitario, porque contribuye al desarrollo de los valores éticos y estéticos de niños y jóvenes, incluso en los lugares más apartados. Se trata de ir a las escuelas, leerles a los pequeños, a los maestros jóvenes, cuentos de la Edad de oro, de El principito; de Onelio Jorge Cardoso; de Martí, Fidel, el Che con su Cachorro asesinado, un relato sencillo de inmensa carga emocional, escrito durante la última invasión hacia occidente.

—Desde tiempos remotos las artes son reconocidas por su valor social, educativo y cultural. ¿Cómo ve usted la relación arte y comunidad?

—Las artes están presentes en cualquier proceso educacional; en la formación y desarrollo de la infancia y la juventud, en la formación de niños, niñas y jóvenes, en sus formas de expresión, de manifestar las emociones que surgen durante su interacción con el mundo. Las artes abren el camino a la imaginación, la creatividad, la sensibilidad y se fundamentan en la lectura de hechos y acciones que, de alguna manera marcan su existencia.

“A través de la lectura, de la interpretación de la obra de arte, tanto el niño como el adolescente, el joven, el hombre en sí cuestiona el mundo que los rodea y le da un significado a su propia existencia”.

—Ese brote múltiple: algo de escritor, la actuación, el teatro, la declamación, los niños, los jóvenes… ¿El tren de la vida?

—Pudiera ser. Pienso, sobre todo, en los niños y los jóvenes. El arte y la literatura le dan la oportunidad de apropiarse de elementos de su entorno y de integrarlos a su yo, al conocimiento del mundo y a la formación integral de quienes viven, incluso, en los lugares más aislados.

—¿Los lugares más apartados? ¿Su actuación ha llegado a algunos de ellos o solo son ideas por materializar?

—Me estimula llegar a las comunidades, a los consejos populares, a los barrios. Soy algo así como un Quijote. He llegado a comunidades diversas: Modesto Reyes, La Tasajera, 9 de abril, Grego, 24 de febrero, La Grúa, Corea, Canaleta, La Aguadita, Santo Tomás, El Purial, Barrio Seco, Tablones, Las Coloradas, El Azufre, Quesada, El Cedro…

“Y si no he ido más allá, es porque me falta Sancho Panza, no el labrador escudero de Don Quijote, sino algo en qué moverme, aunque sea una motorina eléctrica para no gastar combustible”.

—¿La música, la lectura en los que vienen llegando?

—Toda música tiene su encanto porque son diversos los gustos. Me preocupa que los niños y jóvenes, desde edades temprana tarareen las canciones de barrio. Esas se han convertido casi en himnos. Paso por un lugar y oigo que tararean La Totaila o “hacer el amor es rico, imagínate conmigo”. Y no escucho las letras, ni siento el ritmo de las raíces: Dámaso Pérez Prado, Joseíto Fernández, Benny Moré, Bola de Nieve, Omara Portuondo, Silvio, Pablo, Polo Montañez, Cándido Fabré…

“Con las letras sucede algo parecido. Muchos celulares y pocos adictos a los libros, a las lecturas. Por eso yo ando con los míos acuestas y hasta los regalo cuando veo que un niño aplicado hojea y lee algunos de ellos”.

—¿Planes para luego?

—Seguir, seguir y seguir. Estoy jubilado y… sigo.

Tomado de Invasor

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