Puede existir una institución o persona a su altura, pero difícilmente alguien supere o le ponga tanto empeño el trabajo de educación ambiental como la Escuela Primaria Ramón Domínguez de la Peña, en la comunidad costera de Júcaro, en el municipio de Venezuela.
Lo digo categóricamente, sin temor y con la certeza de quien conoce y ha sido testigo de un quehacer sistemático que suscita, desde edades tempranas, la vocación por cuidar y restaurar el medio ambiente, con la esperanza de que la conciencia de los hombres y mujeres del presente y futuro ofrezca todas las garantías para convivir de forma sostenible, lo que implica que los recursos naturales se usen de manera responsable y se procure un acceso más equitativo para beneficio colectivo, algo que parece utópico, sin embargo, no podemos renunciar a esa meta desde nuestros pequeños rincones en el planeta.
Por eso, el referido centro, inculca en los infantes el amor por la naturaleza y los cultiva en la magia de sensibilizar a las poblaciones de adolescentes, jóvenes y adultos desde la creación artística, con sencillos, pero contundentes mensajes que emanan de un cuento, una poesía, un dibujo, cartel o manualidades que son capaces de transformar desechos como el papel, cartón, plásticos en lo más auténtico de la creación humana e infantil, confiriendo así, valor de uso, a lo que ya no servía y pudo contaminar el lugar.
La participación de los niños y niñas de la Ramón Domínguez ha sido notoria durante los últimos años en concursos y festivales de creación infantil, y también se les aprecia con frecuencia en labores de conservación y restauración del ecosistema marino-costero, fundamentalmente en limpiezas del litoral.
El ejemplo, moviliza, y a ellos se suman habitantes de la comunidad y trabajadores de las instituciones y organismos representados en ese ámbito, de manera que promueven un clima de transformación y amigable, con los espacios naturales, donde la comunidad, encuentra los medios de vida para su sustento.
La escuela continúa siendo y apuesta por mantenerse como principal centro cultural de la comunidad, con el poder de movilizar a la mayor parte de los poco más de 1500 residentes en el lugar, desde la humildad y sencillez de una institución a la que le faltan muchos colores, pero no el colorido ni los encantos.
Allí fueron plantadas, recientemente, las primeras seis posturas de júcaro que pretendieron devolverle el sentido y significado al nombre de la comunidad, y no cesan con las iniciativas, como tampoco dejan de llamar la atención, dentro y fuera de Cuba, desde un apartado sitio de la geografía avileña, que en ocasiones parece olvidado, sin embargo, su gente y la escuela se hacen notorios.
Están presentes en importantes procesos como la adaptación al cambio climático, de la mano del Proyecto Internacional Mi Costa, que reconoce en el plantel educacional una fortaleza para cumplir sus propósitos y agradece la acogida de un Aula Anexa, con beneficios para la formación de los alumnos del centro y la comunidad en importantes temas que allanan el camino para implementar soluciones adaptativas basadas en ecosistemas y comunidades, de manera que la escuela es, cada vez más, un espacio de entrenamientos y para la socialización.
Y yo insisto, a la escuela primaria de Júcaro le faltan colores, pero no colorido ni encantos; no existen dudas al respecto, sobre todo porque desde allí se esboza y se pinta el futuro, con los más llamativos tonos, los de la vida en un ambiente sano y saludable para todos.
Tomado de Invasor