Cuando Rafael no era Rafael y corcoveaba como tormenta tropical a miles de kilómetros de Cuba, en la provincia de Ciego de Ávila se habían tomado las primeras medidas como si fuera a ocurrir un fenómeno meteorológico de mayor magnitud, como una de las maneras de evitar graves o inesperadas consecuencias.

“Si no pasa nada, mejor; pero, de suceder lo imprevisto, de que cambie su trayectoria e impacte directamente al territorio, serán menores los daños materiales. Es preferible gastar los recursos que lamentar pérdidas económicas importantes y vidas”, afirmó Julio Heriberto Gómez Casanova, presidente del Consejo de Defensa Provincial (CDP) en su recorrido —junto a Alfre Menéndez Pérez, vicepresidente del CDP— por los sureños municipios de Majagua, Venezuela y Baraguá, proclives a penetraciones marítimas o inundaciones.

Por su cercanía a la zona costera, el poblado venezolano de Júcaro era uno de los que estaba expuesto a mayores riesgos. Junto a la indicación del resguardo temprano de las embarcaciones pesqueras y turísticas, Gómez Casanova insistió en que lo primordial era mantener a los habitantes constantemente actualizados y, de ser necesario, evacuarlos a todos.

Sol bueno y mar de espuma, como dice el verso, pero si algo llamaba la atención la tarde de este martes, entre las nubes grises que pasaban a gran altitud, era la caravana que desde horas del mediodía comenzó a formarse en la Avenida de los Deportes, frente a la propia sede de la Organización Básica Eléctrica (OBE): una, dos, tres rastras, ómnibus, carros cestas…, juntos a sus operadores. Todo era bullicio, risas, como si fueran a una fiesta.

(Por cierto, la mayoría de estos hombres “eléctricos” coincide en afirmar que el azote de algún ciclón tropical deviene algo así como la fiesta de los eléctricos). Es el sentir de Juan Olivares

Previsores como nadie —es justo decirlo— los hombres pertenecientes al sector eléctrico ya sabían que para algún lugar saldrían. Uno preguntaba el destino y la mayoría decía: “Occidente”, porque nadie sabía el lugar exacto por donde tocaría tierra Rafael.

Me encuentro a un viejo conocido: Aurelio León Leyva, jefe de carro, un hombre al que no le alcanzan los dedos de las dos manos para enumerar las veces que ha salido tras las huellas de algún fenómeno meteorológico.

—¿Te acuerdas del ciclón Mathew, cuando nos vimos en Baracoa?, le increpo.

Por entonces, él formaba parte del contingente de “eléctricos” avileños que llegaban a Guantánamo, y uno también era parte de otro contingente, más pequeño, integrado, además, por los periodistas Freddy Pérez Cabrera y Jorge Luis Merencio Cautín, y por los fotorreporteros José Manuel Correa y Juvenal Balán, este último, bien cujeado en cuestiones de desastres: terremoto de Haití, de Paquistán…

“Como siempre, vamos con todo ‘pa’rriba del lío’. No sabemos por dónde entrará ese individuo, pero de lo que sí estamos seguros es que seguiremos tras su huella y borraremos todo vestigio que deje en el menor tiempo posible. Ahora nos toca otra vez, pero a estamos acostumbrados”.

Esteban Jerez Lora, liniero especializado, también ha estado en varias provincias luego del paso de algún ciclón; también tiene la experiencia de haber trabajado en la República Bolivariana de Venezuela. “Nada nos asusta. Vamos con todo. Si el ciclón va a devastar, nosotros vamos a arreglar”.

Y como parece que este tipo de “fiesta” contagia, Neyler Pedro Corrales Elizalde, recién graduado del curso de linieros, es el único novicio que encontré entre los 69 hombres de un contingente bien preparado para enfrentar cualquier tipo de estos eventos.

Acabado de graduar del último curso de linieros, 24 años, “el mes pasado”, aclara. Es del municipio de Baraguá, de la zona de La Cuba. Solo sé que el contingente va con destino Occidente. Es la primera vez que enfrentaré un fenómeno de esta naturaleza, pero es bueno comenzar en la concreta, para que después no me hagan cuentos. Por la primera vez se empieza. Esos linieros que ves ahí también tuvieron una primera vez.

“Espero encontrarme postes en el suelo, líneas totalmente destruidas, mucha gente sin corriente, pero a allá voy sin miedo, a batallar contra lo que aparezca. El desastre solo lo he visto por televisión, pero nunca lo he enfrentado y esta es mi oportunidad”.

El joven ingeniero eléctrico Juan Alberto Olivares Martínez, 32 años, especialista de líneas de 110 kv, sabe bien lo que se encontrará. Lo dice por la experiencia que ha encontrado en cuatro expediciones anteriores. Imagina que sus líneas de 110 kilovoltios (Kv) y sus cicloneros (tensores para aguantar vientos de grandes velocidades) estén preparados para resistir. “Generalmente estos eventos afectan las líneas primarias, las de 13 kilovolltios, que llevan la corriente al transformador, que después la distribuye hacia los hogares. Ahí deben de estar las mayores afectaciones”.

Antes de despedirse aclara: “No olvides que los eléctricos hemos sido más fuerte que el más fuerte evento meteorológico que nos haya azotado”.

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