Una tertulia con todas las de la ley y como debería ser siempre, con polémicas, empatía, sana teoría, y una excelente comunicación grupal, ocurrió este fin de semana en el salón Santa Palabra del Centro de Promoción Literaria Raúl Doblado del Rosario de Ciego de Ávila.

El invitado fue el periodista Luis Raúl Vázquez Muñoz, quien perteneciera en sus días de graduado, a las filas de este periódico y que ahora quedaba expuesto con su obra narrativa ante un público menor y que debió crecer con la presencia de otros escritores, periodistas, amigos en común.

A todos causó deleite sus cuatro cuentos leídos. Y primeramente atrapó por su calidad, El aire de las lluvias, una narración extremadamente tensa, con una narratología de impacto y reflejo de la realidad personal del autor. Basado en “algo que me pasó, y lo hice crónica y lo publiqué en Juventud Rebelde”, según contara a los oyentes.

Sería el vivo ejemplo de cómo debe ser un cuento, tal y como lo teorizaba Juan Bosh, en esa imagen de la flecha lanzada hacia el blanco.

El aire… cuenta una historia impactante, de dos perros y un salvajismo humano que atrapó y lo volvió el centro del drama, en contraste con la ferocidad más ingenua.

La voz de Luis Raúl, y su buena lectura, también hicieron posible que lo contado atrapara la atención de todos y que nadie perdiera el hilo anecdótico o los detalles más necesarios.

A este cuento le siguieron La vigilia, cuyo texto todavía en proceso escritural, y contado desde el punto de vista de una anciana, tiene muchos aciertos y termina por incluirse en esa corriente del cuento cubano, del pasado siglo, signado como realismo sucio.

Y es que Luis Raúl refleja la realidad sin medias tintas, cual cámara fotográfica. Arma sus narraciones con un lenguaje puramente narrativo, desprovisto de símiles, metáforas, personificaciones, y otros recursos poéticos muy en boga en estos tiempos. Va a la descripción de cada escena con un estilo sintetizado. Y narra con toda la verosimilitud posible.

Otra de las cosas puntuales de su obra, es que pone a actuar a sus personajes con una soltura muy teatral. Arma las escenas apoyándose más en los diálogos, que en la acción. Conversaciones que le quedan muy bien, porque fluyen, cual replicas de la realidad, y nos evocan a personas reales que tenemos cerca.

Luego siguieron los cuentos Noche de navidad y Cosas de familia, que por manejar otros recursos propios de la noveleta o el relato, se aleja del cuento como cuento, y podría dedicarle mucho más tiempo a desarrollar la trama para sacarle mejor provecho.

Antes de esta magnífica lectura, y contrario a todo lo planificado, el espacio se volvió una gran polémica sobre los límites que existen o deberían no existir entre literatura y periodismo.

Ahí se mencionaron autores importantes como Ernest Hemingway, Truman Capote, García Márquez, Juan Gelman, Alejo Carpentier, Eduardo Heras León, Ambrosio Fornet, y tantos otros.

Se discursó, hasta la saciedad, sobre la transposición de los periodistas a escritores y viceversa. Incluso se profundizó en cuáles son los recursos propios de una crónica o reportaje, y de una novela o cuento.

Y es que desde hace mucho tiempo esa polémica ha colmado los salones literarios y las academias periodísticas en Cuba. Nadie pareciera ponerse de acuerdo.

Lo cierto, es que el periodismo tiene más afinidad con la literatura que con otras manifestaciones artísticas, incluso, cuando solo parte de la palabra para después convertirse en sonido e imagen.

Sobre el tema se pudo estar discursando por mucho más que aquellas dos horas que duró la Lectura de verano.

Ya en los finales, Luis Raúl reconoció que la escritora, editora, fundadora del comité provincial de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba en Ciego de Ávila, Carmen Hernández Peña, es una de sus más fieles colaboradoras y correctora de cada uno de sus textos narrativos.

En el ambiente quedó el deseo de ver ya publicado un libro de cuentos de Luis Raúl y que bien podría llamarse La vigilia, y abrir con ese magnífico cuento que es El aire de las lluvias. La sorpresa solo la puede dar el propio autor que, entre risas, se despidió, “quizás, en algún momento, pero aún me falta mucho por escribir”.

Tomado de Invasor

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