Los ves de aquí para allá, en cualquier sala, maletín en mano y a veces las herramientas cuando de urgencia se trata. Recorren los pasillos sin ser percibidos por algunos. Y es que los 8 muchachos de Frank tienen sobre sus hombros y sus manos y cerebro los más de 900 equipos médicos del Hospital Provincial General Docente Doctor Antonio Luaces Iraola.
Estos intrépidos como me gusta llamarle también salvan con sus manos. Hasta la fecha mantienen un coeficiente de disponibilidad técnica superior al 90 por ciento, que salta por encima del déficit de piezas, partes y accesorios indispensables para mantener vitalidad de los servicios médicos.Hablan de las diferentes innovaciones que realizan en tal y mas cual equipo; algunas tan simples como empatar el cable dañado de un electrocardiógrafo hasta las más complejas, como la sustitución de una luz de alógeno por otra de tecnología led y devolverle la funcionalidad. Así ocurrió en el salón de operaciones # 5 del hospital provincial. Frank Frómeta Diéguez, al frente de este departamento refiere, que aquí se utilizaba una Lámpara Quirúrgica Dragër Sola 700 de iluminación alógena con varios años de explotación y afectada en la potencia total de luz por falta de alimentación en su transformador. Luego de diversas evaluaciones y pruebas técnicas los electromédicos la sustituyen por una Lámpara Quirúrgica Uzumcu de iluminación Led, más eficiente, de más intensidad de iluminación, equipadas con bombillas de 50 000 horas de vida útil. Además de un panel de control que permite un ajuste de intensidad de la luz de 1% a 100%, por si fuera poco posee sensores en los cabezales lo que permite que se apaguen las rodajas correspondientes de modo que no se produzca un aumento de luz sobre los cirujanos.Otras inventivas asumen estos hombres de ciencia, que se han especializado en determinadas áreas, pues también es importante reparar una autoclave , una camilla o una silla de ruedas. Así lo afirma Frómeta Diéguez, que con orgullo menciona otras soluciones, como las adaptaciones hechas con manómetros a los reguladores de oxígeno industrial para controlar la presión en la salida y compartir el gas de un botellón entre varias personas cuando la Covid-19 azotaba duro en nuestra provincia.
A pesar la carencia de recursos, los equipos obsoletos y la sobreexplotación de ellos, los muchachos no bajan la guardia.Sin dudas estas manos invisibles también salvan y luchan por mantener la vitalidad de los servicios médicos en el hospital avileño. Tampoco escatiman esfuerzos, ni tiempo, ni horas de sueño por solo un objetivo, la salud del pueblo.
Por Mariesly Wong Morales