Una de las más auténticas cantantes cubanas, Omara Portuondo, ha anunciado su retiro de los escenarios. El hecho tuvo lugar hace pocos días en la ciudad de Budapest, durante una gira internacional junto a la Orquesta Failde y, evidentemente, ha suscitado opiniones diversas.

En primer lugar, debemos asumir que el retiro de un artista no significa un paso fácil en su carrera, aunque la edad pueda entenderse como un elemento condicionante de esa decisión.

Y sí, es cierto que Omara es una cantante longeva que se mantiene activa, a pesar de sus 94 años, pero no es, ni será, un caso único en el arte. En Cuba hemos tenido varios músicos nonagenarios como Francisco Repilado, Compay Segundo (96 años), Reinaldo Hierrezuelo, Rey Caney (90 años), o Sindo Garay (101 años), por ejemplo, sin que la edad fuera impedimento para disfrutarles en sus presentaciones.

Ahora bien, ¿son conscientes las audiencias del valor simbólico de cada artista? ¿Entienden que pudieran estar viendo el último concierto de un determinado exponente musical?

Eso me hace recordar el gran éxito internacional de otros proyectos gestados desde Cuba, como Vieja Trova Santiaguera o Buena Vista Social Club, que incluyeron a varios artistas longevos, así como también la gira mundial del cd Lágrimas Negras, de Bebo Valdés y El Cigala, siendo todos muy aclamados por el público y la crítica.

Entonces no debe sorprender a nadie el deseo personal de Omara y su equipo de seguir trabajando y colaborando con otros artistas, aun cuando algunos clamen por su retiro total de la música o caigan en turbulencias del mercado.

Si tenemos en cuenta la carrera profesional de la artista y sus comienzos, notaremos la gran disciplina que siempre ha profesado, cuyo origen ha de encontrarse en significativos proyectos como el Cuarteto de Orlando de la Rosa (1948) y en el Cuarteto Las D´Aida (1952), hasta convertirse en la gran cantante solista que todos conocen. En ambos –aunque con repertorios distintos– Omara definiría una estética musical única gracias a sus cualidades vocales, las cuales ya venían siendo muy atractivas a raíz de sus contactos con el feeling, específicamente de su etapa inicial, a finales de los años 40.

También de esta época debemos exaltar la figura del gran pianista Frank Emilio Flynn y su proyecto Loquibambia, del cual Omara formó parte, y del cual toma su primer apodo musical: la Novia del Feeling. Incluso, fue tanto el furor de su voz con las notables influencias del jazz mezcladas con el bolero y la canción –esencia del género–, que durante ese tiempo era presentada como Omara Brown, como un evidente recurso mediático.

Es por ello, además de diversos elementos posteriores en su extensa carrera, que su profesionalidad y respeto hacia el público han sido una constante y una metodicidad diaria; atributos que no pueden sorprender a nadie, incluso en esta etapa en la que, habiendo Omara moldeado a la música cubana como pocas, ha esculpido su nombre en nuestra cultura, sin discusión alguna.

Tomado de Granma

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