No tienes que haber nacido en otro punto de la galaxia, ni emprender un largo viaje desde el asteroide B612 hasta el planeta Tierra, para entender aquella verdad tan diáfana como la vida misma, que nos dejó el Principito a millones de lectores de todo el orbe.

Si lo esencial es invisible a los ojos, queda aprender a mirarlo todo desde el corazón, con la agudeza de los niños, porque a veces las boas que devoran elefantes se esconden tras la apariencia de un simple sombrero, los baobabs desatendidos pueden destrozar nuestro mundo, y las rosas, aunque parecidas, no son todas iguales.

Después de casi tres décadas de existencia, la Convención Internacional sobre los Derechos del Niño sigue encontrando en toda Cuba el respaldo que internacionalmente pretendió lograr, desde el principio, la Organización de Naciones Unidas.

En una época marcada por la prisa y las apariencias, probablemente no haya una actitud más subversiva que detenerse a mirar las pequeñas maravillas de la vida cotidiana, y analizar cada problema desde la sencillez de los ojos infantiles. La ceguera crónica de los adultos a veces nos impide llegar a la esencia de las cosas, y nos perdemos entre tanto dato inservible y tantas convenciones sociales.

Al final, la vida humana es un efímero viaje que no debería entorpecerse con muros, tabúes y egoísmos. No vale la pena gastar nuestro poco tiempo en vanidades y adornos, en guerras y divisiones. Los niños lo intuyen, hayan leído o no a Antoine de Saint-Exupery, y a cada rato nos dan alguna lección al respecto.

Siempre que puedas, saca al mundo exterior el niño que llevas dentro, e intenta mirar tus días desde esa perspectiva. Descubrirás colores y matices que ayer no percibías, te permitirás el lujo de soñar, e incluso serás capaz de comprender mejor a los pequeños de casa. Cuando te despojes de todo lo innecesario, quedará ante ti la simpleza de la existencia humana.

Solo entonces podrás admirar en toda su luz el mundo interior de nuestros niños, sabrás por qué es preciso deshollinar volcanes aunque estén inactivos, aprenderás que eres responsable de todo aquello que domesticas y nunca volverás a olvidar que es el tiempo que pasas con un ser querido, con una idea, con una rosa, lo que los hace únicos.

Tomado de Invasor

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