El oficio de la locución que ha venido desarrollando desde 1991, le ha dado el dominio de la conversación, la coherencia en las ideas para lograr enlazarlas unas con otras. Además de su locuacidad y poder de síntesis. Es una mujer que constantemente se autosupera y, con ello, consigue lo que quiere.
El empoderamiento femenino se le sale por encima de la vestimenta y en su andar por las calles moronenses, de la casa a la radio, a la televisión, y viceversa, se le ve firme, segura de sí misma.
Es una convencida de que su familia tiene una imagen especial de ella y la sitúa casi como un ídolo no solo profesional, sino, también, como ejemplo de madre consagrada.
Tiene recuerdos de todo tipo que almacena con sobrado cariño. Y los guarda y emplea como estandartes anecdóticos, ejemplos en charlas y conferencias a las futuras generaciones.
Es una mujer optimista que cree, firmemente, que un mejor mañana es posible, y más cuando ha logrado, golpe a golpe, muchos de sus sueños desde la radio y la televisión, desde la familia.
—¿Cómo es el día a día de Inés?
—Mi día comienza muy temprano. Es un hábito que he hecho desde hace muchísimos años. Tengo que dejar varias cosas adelantadas para poder iniciar mi jornada laboral y las responsabilidades para con mi familia. Ir a la radio, trabajar hasta las 4:00 de la tarde, grabar muchas veces para la televisión, porque tengo un espacio los fines de semana allí que me roba tiempo.
—Entonces, ¿la familia es tu gran apoyo?
—He tenido la suerte de contar con una familia que siempre me ha apoyado. Mi mamá estuvo ahí siempre para cuidar a mis hijas, para que pudiera realizar lo que yo quisiera como locutora a la hora que fuera. Siempre tuve el apoyo de mi papá, su consejo y el estar ahí, al lado mío, diciéndome las cosas. Además, mi esposo, que me ha acompañado a todo, eventos de locución, el diplomado en Periodismo, y mucho más. Es el que ante las dudas me ha dicho “sí, ¿por qué no?, tú sí puedes hacerlo”. También tengo a mis hijas, que son ahora mismo un apoyo incondicional.
—Me asiste la certeza de que ellas te tienen como ídolo por todo lo que haces y cómo lo llevas a cabo. ¿Tenías ídolos de la radio y la televisión cuando niña?
—En mi casa se escuchaba mucho la radio y se veía la televisión. Pero jamás me incliné por lo que eran los medios de comunicación. No obstante, la vida me llevó a ello, porque me parece que, si hubiese tenido un ídolo, era esa persona que me llevaba, precisamente, a la radio y a la televisión: mi papá, Efraín Cervantes. Tuve la posibilidad de acompañarle lo mismo a Radio Surco, cuando él trabajó allí, que a Radio Morón. Yo creo que así fue cómo yo me encontré ante ese mundo fascinante con la magia de la credibilidad. Claro, existían, en aquellos tiempos, grandes figuras de la locución y de la animación en nuestro país, pero, como nunca fui una niña que dijo “voy a ser locutora”, solo tuve a un ídolo, que, por supuesto, fue mi papá.
—¿Cuáles serían las cosas que crees haber legado a las futuras generaciones con todo este tiempo consagrada al trabajo?
—Si he legado algo ha sido el amor por la radio, la responsabilidad, la naturalidad y humildad a la hora de sentarse frente un micrófono, y que todo lo que vayas a hacer a diario tiene que ser en función de esos oyentes que son tu razón de ser. Nosotros nos hemos enfrentado a problemas difíciles en la vida y hemos tenido que entrar a esa cabina de radio, tras olvidarnos de cada dificultad; y cuando ese micrófono, esa luz, se encienden y te dices “estoy en el aire”, el respeto a la persona que te está oyendo es lo fundamental.
“La radio me dio la posibilidad de capacitar a las nuevas generaciones a través de los cursos de locución. Es algo muy bonito que jamás pensé llegar a hacer y sí, me sirvió de mucho el haber podido estar, cuando comencé en Radio Morón, al lado de figuras inmensas como Arquímedes Romo, Jorge Nilo Marín, Elizabeth Iparraguirre, Héctor Francisco Consuegra, y directores con mucho talento y realizadores de sonido de otro nivel”.
—Hay quienes sostienen que desde la familia se pueden erradicar muchos de los males de nuestra sociedad, ¿lo consideras así?
—Claro. Parto de que la familia es la escuela donde se forma todo y desde donde nace el ser humano que, por supuesto, se inserta en la sociedad.
“Entonces te digo que somos nosotros, como familia, los máximos responsables de explicar, muchas veces, de llevar al convencimiento y no imponer, sino, también, explicarle de la mejor manera posible a las personas la realidad de lo que está sucediendo, sus causas, y muchas otras cosas. Pero no somos los únicos, a la escuela también le toca su pedacito”.
—¿Eres de los que siguen teniendo a Ciego de Ávila como Capital de la Locución Cubana?
—Bueno, la nueva generación tiene el gran reto de mantener esa condición, y yo creo que sí lo logrará. Mi generación fue capaz de mantener esa condición que nos fue dada, por ejemplo, con artistas de la palabra como Ibrahim Ulloa, Magda García Marrero, Joaquín Pardo, Laritza Ulloa, y tantos otros que entregaron su vida a la radio y que hicieron incluso que la radio estuviera en niveles tan altos; e, incluso, por aquellos que desde la Capital de todos los cubanos todavía defienden la locución hecha en Ciego de Ávila.
—El premio Caonabo por la Obra de la Vida, que recientemente obtuviste, ¿te da buena o mala espina?
—Como no soy supersticiosa, espero que no sea un augurio para un desenlace fatal a partir de ahora. Voy a tomarlo como que, a partir de ahí, puedan desencadenarse cosas bonitas para 2025 en el plano profesional e incluso, también, en lo personal. Así que vamos a tomar el premio como un camino que puede abrirse para cosas buenas dentro de mi vida.
—¿Qué significa Morón para ti?
—Es el lugar donde nací, donde tuve una niñez preciosa. Aquí estudié y me hice profesional; encontré a los amigos, incluidos los que ya no están, pero que se mantienen, a pesar de la distancia. Es el lugar donde me casé y tuve a mis hijas y formé una familia. Morón es el lugar donde, en un osario, se guardan los restos de personas muy queridas por mí y que llevo conmigo cada día: mi hermano y mi papá. Morón ha sido mi refugio, mi casa. Es el sitio a donde, indiscutiblemente, si en algún momento no estoy, tendría que volver.
—¿Cómo motivarías a continuar en su puesto de trabajo a un locutor joven, que, después de pasar cursos y probarse frente a un micrófono, decide marcharse a otros oficios lejos de la locución?
—Creo que es algo con lo que estamos chocando actualmente; y digo estamos chocando, porque son los medios de comunicación de manera general en Cuba. Los jóvenes que pasan un curso de locución y se forman como ello, aspiran a una remuneración económica mayor a lo que nos pueden dar. La vida está muy complicada, nadie puede solucionar eso tan fácilmente; esa es una realidad. Pero me parece que, si en algún momento decidiste formarte como como locutor, por ejemplo, y te gusta la profesión, no deberían importar tanto las carencias, o la situación social que se esté pasando; si tú amas lo que haces, si quieres lo que haces y lo respetas, me parece que pudieras combinarlo con algo que te haga ganar un poquito más, pero que no te aleje demasiado de lo que decidiste ser en algún momento.
“Yo tengo casi las mismas necesidades básicas que tiene todo el mundo, pero no me veo en algo más que no sea la locución; yo me decidí por ella, es lo que me gusta, lo que disfruto, lo que quiero, hago y haré”.
Tomado de Invasor