Hace más de 30 años cambió el curso de su vida para hacerla eterna, entonces las labores del campo, el rojizo de la nueva tierra, el verdor de sus plantas y el calor humano de su gente, hizo que la nueva incursión se convirtiera en la aventura que combinó empeño y labor para trazar una nueva perspectiva.
Fue arduo y duro el nuevo bregar, dejó atrás su infancia, su adolescencia y una juventud en pleno apogeo y fervor revolucionario, para afincarse con fuerzas en lo que fue su nuevo proyecto de vida.
Pero no es casualidad que por sus venas corriera la sangre de un Titán y la fuerza del metal qué caracteriza al héroe que, nacido en el Oriente de Cuba, esparce su luz para traspasar fronteras e irradiar su espíritu creador y combativo.
Trajo consigo el despertar de ideas nuevas cargadas de sueños, de aspiraciones y a base de tenacidad y energía, surcó el campo de la dignidad, esa que se mezcla con saberes y destrezas para encumbrar una obra que hoy se hace eterna.
Para el hombre de mi historia no existe tarea imposible, por difícil que sea, su seguridad y esmero, hacen que se disuelva una piedra en el camino, que se derribe la muralla que obstaculiza cualquier proyecto, porque ve más allá del horizonte y tiene la convicción de que no hay amaneceres grises.
Lo que conquistó con sus manos, su inteligencia y su dedicación, no fue obra del destino, fueron horas de vigilia, en las que no importaba el cansancio por el duro bregar de la cotidianidad, ni de los avatares de la naturaleza, esos, afianzaron su fortaleza y la convicción de que no existía obstáculo posible que frenara su impulso.
En este momento de reflexión me pregunto ¿De dónde saca esa ecuanimidad, esa mirada de esperanza y esa energía que hacen de este ser un modelo a imitar? Y es que, el linaje de este Maceo, aunque no tenga vínculos de consanguinidad con el patriota msmbí, lleva en su corazón la destreza del mártir cubano y las ideas que hacen de él un ser único e irrepetible.
No hablo de su vida en pasado, lo hago en presente, porque Jorge Maceo Lorenzo está en cada hombre o mujer que lo conoció o supo de su obra, a pesar de su partida física, no cualquiera se hace eterno y en nosotros está continuar su legado.
Hoy no hay lugar para las lágrimas, como decía el poeta: «Si lloras porque se ha puesto el sol, las lágrimas no te dejarán ver las estrellas».

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *