
Luego de su quinto lugar en los 100 metros de Río 2016, faltó a Tokio 2020. Para volver a una cita bajo los tres agitos, Raciel tardó ocho años. Durante ese lapso de tiempo debió continuar sus entrenamientos lejos de los suyos, de casa: “La gente ve ese pedacito del trabajo de uno, esas dos carreras que juntas demoran 23 segundos; pero no saben todo el sacrificio que hay detrás, todo lo que se sufre. Pasamos mucho tiempo sin la familia, por cumplir un sueño y darles la mejor vida posible”.
Es en el Complejo Panamericano de La Habana del Este donde forma su carrera deportiva, donde supera tantos obstáculos como si fuera un vallista: “La escuela, si soy sincero, está para cerrarse. Debo reconocer que muchos de nosotros, los atletas, no tenemos sentido de pertenencia; pero tampoco nos brindan una higiene ni una alimentación adecuadas. Hay quienes sufren desmayos en los entrenamientos porque desayunaron mal, por ejemplo.
También nos tocan apagones en el tiempo de descanso. Debe trabajarse mucho más en mejorar la vida interna. El sistema de pago es bochornoso por cómo está la vida hoy. Para todo lo que nos exigen, tenemos muy pocas condiciones. Los deportistas cubanos somos súper buenos, porque, con todas esas carencias, seguimos luchando. Merecemos mayores atenciones. Deberíamos tener una escuela para nosotros, aparte de los atletas convencionales. Sufrimos discriminación. Hay mucha gente que no sabe de nuestros esfuerzos, que parece no estar bien integrada a la sociedad”, suelta de un tirón, como si llevara demasiado tiempo con esas letras atragantadas.
En estas condiciones y con 33 años, cada carrera empieza a contar como una de las últimas. Ni el propio Raciel era consciente de que seguía a un alto nivel hasta que en los Juegos Parapanamericanos de Santiago, a fines de 2023, alcanzó el bronce en la carrera más rápida que ha hecho nunca. Aunque el crono de 10.70 no representó récord personal porque el aire batió a favor más de 2 metros por segundos, sí resultó suficiente para que lo intentara de nuevo.
Raciel inició la temporada previa a las paralimpiadas demostrándose que estaba en plenitud. Hizo la primera escala de su ruta hacia París en el mitin de Xalapa a principios de abril. Superó la línea de meta antes que sus rivales con marca de 10.87 segundos. Unas semanas después, en el Grand Prix de Marruecos, volvió a triunfar al detener los cronómetros en 10.92.
Para el Campeonato Mundial de Kobe, en mayo, tenía previsto mantener sus marcas por debajo de los 11 segundos en la final; sin embargo no fue así y terminó sin medallas. El resultado, si bien insatisfactorio para sí, lo ubicaba entre los candidatos a disputar la carrera decisiva en París. A fin de cuentas esa era la meta añorada para todos en 2024.
Cuando los Juegos Paralímpicos estaban en sus marcas… Raciel entrenaba en Pamplona, España, junto a los demás integrantes de la delegación cubana. Su profesora, Miriam Ferrer, reconocida como “la maga de las pistas”, hacía hincapié en trabajar las deficiencias en la arrancada.
Una vez que aterrizó en París, ni la torre Eiffel ni el museo del Louvre lo desenfocaron. Decidió incluso ausentarse a la inauguración del evento por tal de reservar todas sus fuerzas para el 30 de agosto.
Llegó ese día. Amaneció nublado y con algunos chubascos. Así se preparó para la carrera eliminatoria. Minutos antes el sol comenzó a salir y Raciel encendió el carril número uno del Stade de France. Clasificó de segundo a la final con marca personal: 10.74 segundos.
“Apenas tuve el móvil en mis manos llamé a mi mamá y le dije: “hoy se va a caer un mito”, cuenta ahora mientras pareciera que su mente regresara a ese momento. El correcaminos avileño ha sostenido en los años una rivalidad con Petrucio Ferreira, plumarquista del orbe, campeón de las paralimpiadas de Río y Tokio. El brasileño avanzó de segundo también en la otra semifinal, pero con un tiempo más discreto. Petrucio era el mito… “La verdad, ese día no lo daba como favorito a retener el título”, añade Raciel.
El único avileño en París 2024 hizo su rutina habitual antes de correr por tercera vez una final paralímpica de 100 metros. Estiró los músculos, escuchó música de reparto para subir más los ánimos y centró sus energías y pensamientos en la carrera. A la entrenadora también le aseguró que iba a ocurrir “algo grande”. Raciel sentía confianza porque, contrario a como le ha sucedido en importantes competencias, estaba libre de lesiones. “Pero fue un día atípico, raro. Se lo pasó lloviendo. Tuvimos que calentar así mismo. Después se atrasó la carrera. Yo estaba muy inquieto dentro de la cámara de llamada y sentía cómo el frío me entraba por los huesos. El ambiente, por suerte, siempre es muy chévere. Nos deseamos éxitos antes de enfrentarnos”.
Cuando la amplificación local anunció a Raciel González por el carril 7, él cubrió su rostro con la mano, gesto similar al del estadounidense Noah Lyles. “Me gusta su adrenalina, el ímpetu con que sale a la pista, su entrega. Un campeón olímpico es digno de admirar. Me inspira mucho también (Letsile) Tebogo, por su historia. Solo unos meses después de perder a su madre, salió y ganó los 200 metros en París”, dice mientras los escolares se acercan a escucharlo.

Sonó el disparo para la partida de los 8 corredores y Raciel tuvo una reacción tardía. “Fallé en eso, lo que tantas veces practiqué. Me fue bien en la primera y después no. Ninguna carrera se parece a otra. Ese no era el momento para analizar eso. Yo cerré los ojos y traté de dar lo mejor de mí”. En 100 metros, solo un mal arranque cuesta terminar rezagado. Raciel pasó sexto junto al brasileño Lucas Sousa Pereira con 10.93 segundos en la carrera que Petrucio Ferreira retuvo su corona (10.68). El estadounidense Korban Best (10.75) y el marroquí Aymane el-Haddaoui (10.78) alcanzaron plata y bronce. “Se me fue la medalla en un pestañazo”.
“Esa noche estuve como tres horas en la ducha. Lloré cantidad. Como a las 11 de la noche fui a comer, pero no podía tragar. Me puse a hablar con los muchachos. Me vine a sentir un poco mejor porque me llamó mi hermano”, recuerda con halos de tristeza circundándole aún. Su hermano, el pelotero de equipo Cuba, Raúl González, bien sabe lo difícil que es superar una derrota en el evento del año.
Raciel debió reponerse cuanto antes para colaborar en los entrenamientos con Yamel Luis Vives. Su compañero debutaba en una paralimpiada y los pronósticos eran reservados. O mejor dicho, sin eufemismos, no se contaba con una medalla suya. El único atisbo de posibilidad era que Miriam Ferrer, no por gusto, es “la maga de las pistas”. Vives, en definitiva, se convirtió en subcampeón del hectómetro de la categoría T44. Inscrito en lo simbólico de esa presea está el nombre del avileño.
“Disfruto las victorias de los cubanos porque sé todo lo que pasan. Disfruté mucho las nueve carreras de Omara (Durand) y Yuniol (Kindelán), dice ahora con un tono diferente, en concordancia con toda la admiración que caben en estas oraciones. “Son dos extraclases y dos excelentes personas. Yuniol corrió lesionado, con ruptura de un bíceps femoral. Yo bromeaba con que parecía una momia. Casi no podía salir del cuarto. Omara también ha tenido sus molestias en las piernas. No compitió en todo el año. Es una dura. Tienen que ser fuente de inspiración para las próximas generaciones”.
Tras tres oros en París y un total de 11 en paralimpiadas, la reina anunció el fin de su trayectoria. Raciel también había dicho a Invasor que en la capital francesa iba a “tirar el último cartuchazo”. Inconforme con el reciente resultado quiere darse una oportunidad.
“Me bajó la autoestima después de París, es normal. La edad influye, cómo no? Petrucio es de los más viejos y tiene 27, pero yo con 33 años sigo ahí entre los mejores, me he demostrado que puedo dar más. Por el momento estoy feliz con mis hijos. A ellos no les importa tanto un resultado. Para ellos siempre soy el campeón. Quiero pasar tiempo con la familia. Mamá y papá se me ponen viejos. Me dijeron que si quiero seguir que siga y si quiero parar que pare, que eso es decisión mía.
“Primero intentaré participar en el Mundial de 2025. Quiero ir año a año. No voy a tomar una decisión apresurada. Hay que saber cuándo retirarse. Si clasifico a Los Ángeles ahí estaré, con 37 años. ¿Quién sabe? A lo mejor esa vez me toca a mí…”.
Tomado de Invasor