En un mundo marcado por avances médicos y tecnologías sanitarias de punta, hay un gesto tan antiguo como poderoso que sigue salvando millones de vidas: lavarse las manos. Parece una obviedad, un acto cotidiano casi mecánico. Sin embargo, en torno a este simple hábito gira una batalla global contra enfermedades.

Cada 15 de octubre, el Día Mundial del Lavado de Manos nos recuerda que en la palma de nuestras manos se escribe una parte crucial de la salud pública.

No se trata de una celebración vacía. La fecha, establecida en 2008, nació como una campaña para concienciar especialmente a los niños y a las comunidades más vulnerables. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el 70% de las infecciones gastrointestinales y el 25% de las infecciones respiratorias podrían evitarse con una correcta higiene de manos. Las cifras convierten este gesto en una de las «vacunas» más baratas y accesibles.

Un escudo contra lo invisible

Basta con mirar las manos un momento. Parecen limpias. Pero en ellas puede habitar un mundo microscópico de bacterias, virus y parásitos. Un apretón de manos, tocar el pomo de una puerta, agarrarse al pasamanos del autobús o acariciar a una mascota son acciones que convierten nuestras manos en el transporte perfecto para gérmenes. Desde allí, viajan a nuestra boca, nariz u ojos cuando nos tocamos el rostro, algo que hacemos de forma inconsciente cientos de veces al día.

El lavado de manos con agua y jabón actúa como un escudo. Rompe la cadena de transmisión de enfermedades como la diarrea, la hepatitis A, el cólera y la COVID-19.

La esperanza en las manos

Este 15 de octubre, mientras el mundo conmemora este día, vale la pena detenerse un momento frente al lavamanos. Ese chorro de agua y ese jabón representan más que limpieza: son un acto de responsabilidad, un gesto de cuidado y salud hacia uno mismo y hacia los demás.

 

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