PRIMER ASALTO: LA IRA EN SUS PUÑOS
Con puños de furia, Gabriela arremetía contra un saco de boxeo cada vez que podía. A su golpeo le faltaban la técnica y la elegancia de una fajadora profesional, pero le sobraba fuerza como para derribar a quien sí lo fuera. Lanzaba puñetazos sin tomarse un respiro ni mirar al frente. Seguía, aunque el gimnasio estuviera por cerrar y ella a punto de desfallecer. Se mantenía en pie.
“Me enfocaba en eso para sacar la ira que tenía adentro. Yo fui violada cuando tenía 15 años”.
Lo cuenta ahora, mucho tiempo después, a días de cumplir 21, en una mañana fresca de fines de 2024, sentada en la sala de su nuevo hogar a la entrada del municipio de Ciro Redondo. Hace una pausa extensa. Se recuesta sobre una pared de la que cuelgan un diploma y una medalla. Respira hondo. Y, como si escuchara sonar la campana, vuelve para noquear el tema: “Después entré en el Hogar de Niños sin Amparo Familiar y me llevaron a un hospital de Camagüey a atenderme en psiquiatría”.
Su terapia continuó sobre el ring. A un profesor del combinado deportivo de Chambas le empezó a llamar la atención que Gabriela fuera, con bastante frecuencia, a darle puñetazos al saco de boxeo. Le propuso entrenarla para que ejerciera como jueza en los combates de hombres.
Tanto los prejuicios sociales como el nulo respaldo de instituciones deportivas obstaculizaron por muchos años el crecimiento del boxeo femenino a nivel mundial. Los combates dentro del encerado han sido una demostración de lo que han librado ellas fuera de él. Aunque el historial es muy profundo, se considera que el nacimiento del boxeo profesional femenino moderno fue el 15 de marzo de 1996, cuando pelearon Christy Martin y Deirdre Gogarty en el MGM Grand Garden Arena, Nevada, de acuerdo con el diario español Marca.
Luego de exhibiciones a inicios del siglo pasado, sufrieron la discriminación olímpica hasta el 2012, cuando el Comité Olímpico Internacional incluyó esta disciplina en los Juegos de Londres. La Mayor de las Antillas demoró mucho más en aceptarla.
SEGUNDO ASALTO: ELLA NUNCA HUBIERA SIDO BOXEADORA
Hasta 2004, el año en que nació Gabriela Martínez Barreto, Cuba superaba la veintena de medallas de oro en las citas estivales. El dominio era tal que el boxeo masculino empezó a considerarse el buque insignia de la delegación nacional. Sin ser absoluto, el poder del archipiélago caribeño se sostuvo en el tiempo. Actualmente, Cuba es segunda en el medallero histórico del boxeo olímpico, con 42 títulos.
A Gabi, en su niñez, jamás el boxeo le ilusionó como el judo, otro deporte en el que la Isla posee un palmarés dorado. Inició su práctica a los cinco años, a la par de sus estudios y de labores en el campo en el chambero poblado de Falla: “Desde chiquitica me iba temprano para una finca, a restregar maíz y a recoger frijoles, melones, o lo que hubiera para vender. En ese tiempo nadie me podía mantener y yo tenía que buscar mi dinero”.
El judogi y el tatami se convirtieron en sus juguetes. Solo se encontraba consigo, alejada de todos los tormentos, durante los entrenamientos. Su mayor deseo era que llegaran esos instantes del día. El deporte iba a ser su futuro: “Yo quería ser judoca, porque gané como siete medallas en torneos provinciales. Era cinta negra”, dice con el orgullo de niña que le queda.
“Se me ‘desprendieron’ los brazos, mi profesor y el médico me explicaron que no podía más”, y la expresión de su rostro regresa al hastío. Las lesiones le truncaron el proyecto de vida que se había hecho desde que tuvo conciencia. “En la escuela yo no era buena, la verdad. Por lo menos hice la primaria, la secundaria y me gradué de Técnico Medio en Elaboración de Alimentos, en Falla”.
Destinada al vínculo con el deporte, comenzó a aprenderse las reglas del pugilismo para arbitrar, luego de ser descubierta desquitándose con un saco de boxeo. Con el entrenador de Chambas también consiguió conocer el abecé y mejorar sus habilidades, sin grandes pretensiones, porque era consciente de que sería frustrante la idea de pelear oficialmente. Sabía de las batallas perdidas de Namibia Flores y otras cubanas que intentaron subirse al cuadrilátero.
El mismísimo Alcides Sagarra, líder de la escuela cubana y el mejor entrenador de boxeo del mundo en el siglo XX, soltó unos “derechazos” en contra de la negativa. En entrevista con Cubadebate en 2020, el maestro respondió con la lucidez y contundencia propias de sí: “Nuestras mujeres también deberían ir a los Juegos (Olímpicos) de Tokio. El boxeo femenino se practica en el mundo entero. No sé por qué en Cuba no se oficializa. Que Vilma (Espín) no lo quería es falso. (Ella) pensaba que las mujeres tenían los mismos derechos que los hombres. Nunca las limitaría. Siempre quiso lo mejor para ellas”.
“Ya es hora de acabar de aprobarlo. La mujer va a la guerra, hace guardia, maneja; de igual forma, tiene derecho a boxear. Y anota ahí, periodista: este viejo de 85 años cree que lo hará y lo hará bien. Hemos perdido tiempo, medallas y la satisfacción de enseñarlas a pelear. Espero llegar a verlas sobre el ring”.
Su deseo terminó por cumplirse par de años más tarde. El 5 de diciembre de 2022 la Federación Cubana de Boxeo (FCB) aprobó el pugilismo femenino. “Vamos a recuperar lo perdido. Se hizo un estudio profundo. No nos dejamos presionar por el tiempo. Hoy es el día en que estamos convencidos, luego de todas las investigaciones realizadas. Es un paso seguro, es el momento y no corremos ningún riesgo”, fueron las palabras del comisionado nacional y presidente de la FCB, Alberto Puig de la Barca, en conferencia de prensa desde el salón de actos de la Ciudad Deportiva.
La desesperanza y la juventud habían sido las ventajas de Gabi, que fue captada de inmediato para integrar las filas de la Academia Provincial de Boxeo de Ciego de Ávila Rubén Pedroso. La chambera recobró el anhelo de ser deportista en un gimnasio nuevo para ella, pero viejo por el tiempo y el descuido. Apenas tenía iluminación entre sus cuatro paredes amarillentas y tejas de fibrocemento. Alrededor de un ring al que debía cambiársele el tablero y la lona, colgaban unos diez sacos y una soga. No había más que paralelas y un press recto con su barra y algunos discos herrumbrosos. Faltaban máquinas para entrenar espalda, hombros y tren inferior.
Un reportaje de Invasor a principios del año 2024 daba cuenta del grave deterioro de los dormitorios y el estado constructivo en general de la institución. Por peligro de derrumbe, el Centro Provincial de Higiene, Epidemiología y Microbiología determinó cerrar la Academia en el verano de 2023.
Yunier Valdivia, entonces subdirector provincial de actividades deportivas, reconoció que el 2023 fue un año complejo para otorgar las licencias deportivas. Ineficaz resultó la planificación de los más de 80 millones de pesos del presupuesto de la Dirección Provincial de Deportes ―ascendió al final a unos 98 millones. En otras palabras, los boxeadores avileños entrenaban para los eventos nacionales sin remuneración ninguna.
Las condiciones desfavorables de vivir allí no fueron el motivo por el cual Gabriela abandonó la escuela. “Fue culpa mía ―admite y agacha la cabeza―. Yo fui muy indisciplinada. Me fugaba para fiestas. Tomaba y fumaba. Trataba de controlarme, como ahora, pero son vicios muy duros de dejar”.
Mientras ella retrocedía en sus objetivos, Cuba daba pasos para el desarrollo del boxeo. En enero de 2024 se efectuó el primer Campeonato Femenino, con peleadoras de 11 provincias. Santiago de Cuba, La Habana y Villa Clara, en ese orden, obtuvieron los primeros lugares. Surgieron figuras como Legnis Calá y Yakelín Estornell.
Calá, de 57 kilogramos (kg), fue la primera cubana en combatir a nivel internacional. Alcanzó bronce en los V Juegos del ALBA en Venezuela, donde cinco cubanas más adquirieron una presea de igual color. Esa competencia le valió de preparación a la habanera Calá para adjudicarse una presea de plata en los Juegos Centroamericanos y del Caribe de San Salvador 2023.
Su progresión fue notable al descender del ring de los Juegos Panamericanos de Santiago con un debut exitoso para Cuba, aunque perdió en su siguiente presentación y le fue imposible hacerse de un cupo para las olimpiadas de París 2024.
Al último torneo clasificatorio a la Ciudad de la Luz solo asistió por Cuba la 66 kg Yakelín Estornell, una de “Las Marianas” del boxeo, como se les conoce a las integrantes del equipo nacional. En Bangkok, Tailandia, la santiaguera se batió entre doce cuerdas por una oportunidad olímpica ante Sara Kali. La experiencia de la canadiense bastó para eliminar las opciones de Estornell de exhibirse bajo los cinco aros.
TERCER ASALTO: EN LA HISTORIA DEL PUGILISMO AVILEÑO
La Dirección Provincial de Deportes designó a Orlando Abreu Gorguet como el comisionado de boxeo en Ciego de Ávila, en 2024. Ese santiaguero de nacimiento no era ningún improvisado. El éxito que jamás tuvo con los guantes puestos se lo retribuyó el mismo cargo de dirección en tierra avileña entre los años 2007 y 2015, con una misión en Venezuela de por medio.
Parte de las exigencias que Abreu tendría que cumplir de inmediato era reclutar mujeres para una Academia que carecía de ellas. Por eso pensó en Gabriela, y delegó la responsabilidad de traerla de vuelta en el entrenador Oscar Colás Iznaga.
Ni Gabriela conocía por su nombre de pila a Oscar. Para todos él es “Fabré”, porque se sabe las canciones y tiene un carisma similar al del popular cantante. Fabré la convenció con palabras que después llevó a la acción: “Olvídate de lo pasado. Tú tienes potencial. Si entrenamos, vas a alcanzar lo que te propongas”.
En el momento que Gabriela aceptó, el II Campeonato Nacional de Boxeo Femenino estaba en la órbita de las pugilistas cubanas. “Gracias a Fabré, que me buscó cuando nadie lo hizo, regresé a entrenar duro. Él me obligaba a levantarme temprano todos los días para lograr mis metas”.
Tres meses, aproximadamente, distanciaban a Gabriela del evento cuando entró a la Academia por segunda vez. Cargaba con los males que provocaron su expulsión, pero intentó limitarlos cuanto pudiese. “Me despertaba a las 4:00 de la mañana para correr, saltar suiza y una pila de cosas más. Después tenía otros entrenamientos por el mediodía y por la tarde. Hacía sparring con los varones, porque yo era la única mujer. Ellos son más grandes que yo, pero no les tengo miedo. Ahí peleaba duro. Y nunca me caí. Nunca”, dice con tono y mirada desafiantes.
Del 12 al 14 de diciembre, la sala camagüeyana Rafael Fortún fue sede de la segunda edición del Campeonato Nacional, que convocó a fajadoras en seis divisiones. Ciego de Ávila participaría exclusivamente en los 57 kilogramos (kg).
Gabriela Martínez se apareció en Camagüey pesando 54.5 kg. El consejo del comisionado y acompañante en el torneo fue pelear en los 57 antes que bajar de peso para competir en una categoría inferior. Tras la inscripción, Gabriela leyó en el cronograma que el primer combate de su carrera sería contra Lisbeth Sánchez, de Mayabeque.
Consciente de que una victoria le aseguraba la medalla de bronce, a la avileña le fue imposible definir una estrategia de combate la noche anterior. Ella saldría con el empuje que la condujo hasta ahí, sabiéndose una ganadora por el hecho de estar.
No recuerda si a horas de la riña escuchó música. “A mí lo que más me gusta es bailar y las canciones de José José, Camilo Sesto, Luis Miguel, la gente de antes. Oigo música romántica siempre que entreno. Y para todo. En el prearranque te puede dar por varias cosas: hablar mucho, ir a orinar. Yo he visto a varones que son bravos de verdad y en ese momento no quieren subir al ring. De lo que me acuerdo es de que me dio como un salto en la boca del estómago. También le pedí a Dios que me protegiera allá arriba”.
Gabriela trepó al cuadrilátero de completo azul. Saludó a una rival que aparentemente le ganaba en estatura y corpulencia. Al sonido de la campana, la avileña soltó una ráfaga de golpes que penetraron la defensa de Lisbeth. El round inicial es para tantear las capacidades del contrario y definir el plan para vencerlo. Gabriela no tenía tiempo para eso.
“La muchacha pelea muy bien, pero parece que pensaba los golpes que me iba a tirar. Es así: hay que pensar mucho en cómo esquivar y cómo los vas a dar. El lío es que yo no pienso. O pienso en lo que no debo. Le di un swing de izquierda y un gancho de derecha. Y ya. El árbitro le aplicó el conteo porque estaba mareada. “Fue RSC (El Referí suspende el combate). Creo que no llegó ni a los 45 segundos”.
Así fue. A la chambera le sobraron dos rounds para firmar un acuerdo con la historia del pugilismo avileño: primera medallista de la provincia en campeonatos nacionales. Luego, entre la discusión del título y Gabriela buscaba interponerse la habanera Eliane García, miembro de la preselección nacional.
El cartel de favorita de su contrincante poco intimidó a la avileña. Iba esta vez de rojo. La vehemencia sí era idéntica. Quiso vencer con semejante plan al de la riña previa. Eliane entendió a la perfección las intenciones de Gabriela y burló los constantes ataques de esta desde la larga distancia. “Era más alta también”, aclara Gabriela. “Por las lesiones en los brazos del judo, yo tengo que pelear en la corta”, justifica.
“Ni con los varones ni con nadie. Esa ha sido la pelea más dura que he tenido en mi vida. Metía buenos cocotazos. Pero yo iba p’alante todo el tiempo. Di lo máximo, todo lo que sé”. Con la defensa descubierta, las veces que Eliane tiró fueron efectivas. Si se veía próxima a las cuerdas, la habanera estiraba sus brazos y causaba estragos. Gabriela aguantó los embates y un conteo de protección. Al segundo, la jueza determinó detener el pleito.
“Gane o pierda siempre salgo alegre. Creo que puedo ser alguien en la vida gracias al deporte y mis entrenadores. Como el boxeo es golpe y golpe, muy agresivo, quizás te pueda afectar afuera, en la calle, con la gente. Pero yo no soy problemática. Ni guapa. Los guapos mueren en las manos de los cobardes. A mí no me importa lo que puedan decir. Tienen doble trabajo. Yo me siento orgullosa de ser quien soy y de lo que hago.
“Ahora que tengo mi medalla, voy a enfocarme más y a dar todo el año que viene. Quisiera ser como Julio César La Cruz. No peleo como él, pero me gusta cómo pone interés en los entrenamientos y en ser el mejor. Lo que más me gustaría es conocerlo. Yo sueño con llegar al equipo nacional como él. Sueño con viajar. Viajar a Turquía. Y sacar adelante a mi familia, que es mi mamá y mi pareja”.
Tomado de Invasor