No es conveniente ser un soñador empedernido, pero no creo que sea criticable construir una parte de la vida aferrados a los sueños. ¡Qué aburrida la existencia sin nada por cumplir!
A la altura de mis 65 abriles, si hiciera un balance, tendría que reconocer que no pocas de mis aspiraciones quedaron en el camino, si bien otras tuve la dicha de hacerlas realidad. Fue el poeta Antonio Machado quien mejor me explicó el asunto: “Si es bueno vivir, es mejor soñar y, lo mejor de todo, despertar.”
Aunque si tuviera que responder sobre mis más importantes sueños incumplidos, mencionaría, sin titubear: entrevistar a Fidel Castro. Por eso, ahora —como es válido soñar despierto—, lo hago con tres preguntas, tomadas de otras entrevistas que yo, también, le hubiese formulado al hombre que se entregó en cuerpo y alma a su Cuba, esa que no ha dejado ni dejará de aplaudirle.
—Usted sabe algo de esta impresionante avalancha de luz que lo rodea, Fidel, y lo asume con la conciencia de que pertenece, más que ningún otro ser humano en este período de la historia, a la historia. Por eso le pregunto ¿qué se siente cuando se tiene asegurada la inmortalidad?
—(…) Tú querías saber qué se siente cuando alguien tiene la sensación de que pertenece a la historia. Es una pregunta difícil de responder, primero, porque rara vez, en efecto, me he detenido a pensar en este tipo de cuestiones, rara vez he meditado sobre eso. Y, aun admitiendo que algún pequeño espacio me corresponde en la historia de esta época que me ha tocado vivir, tengo mis criterios sobre la historia, sobre lo que es o puede ser la historia.
“A veces me pregunto si realmente la verdadera historia existe, porque la historia es de tal forma objeto de tantas y tan diversas interpretaciones y puntos de vista, que a veces resulta difícil tener la seguridad de que esa historia verdadera exista. Me parece que lo más que pueden producirse son aproximaciones a los acontecimientos de la vida del hombre, y de los hombres, no una historia realmente objetiva de cualquier hombre o cualquier pueblo. La historia siempre me ha gustado mucho, prácticamente, desde que empecé a tener uso de razón. Creo que a todos nos gusta la historia. Pienso que no hay niño al que no le gusten los cuentos.
“A cualquier niño le dices: ‘te voy a contar algo’, y es capaz de pararse y escucharte. Dicen, incluso, que Demóstenes, una vez, estaba en la plaza pronunciando una filípica, un importante discurso político, y la gente no le hacía ningún caso; entonces, se dirige a ellos y les dice: ‘escúchenme, que les voy a hacer un cuento’, e inmediatamente todo el público prestó atención.
“Esto demuestra, sencillamente, que a todo el mundo le gusta la historia, de una forma o de otra. A mí me gusta muchísimo, y de historia he leído en mi vida todo lo que he podido, todo lo que mi vida agitada me ha permitido, tanto desde joven como después, de estudiante universitario, en mi vida prerrevolucionaria, en mi vida durante la Revolución, en mi vida en las prisiones, en mi vida en el exilio y a lo largo de estos años de Revolución en que siempre he procurado robarle, pudiera decir, al sueño o al trabajo, una hora, dos horas, tres y a veces más para leer. Claro que leo de todo tipo de asuntos, de todo tipo de obras, pero siempre he tenido una especial predilección por las obras históricas y por eso puedo hacerme una idea, y muchas veces cuestionar los propios acontecimientos que se cuentan. Por eso digo que pienso que las historias conocidas son aproximaciones. Eso, en primer lugar.
“Pienso, en segundo lugar, que la historia muchas veces no ha sido imparcial, que la historia muchas veces se ha confundido con la leyenda. Cuando leo las cosas que se dicen sobre los personajes de la antigüedad y trato de conocer las fuentes, muchas veces me encuentro que la fuente es una sola; los historiadores griegos, los historiadores romanos que hablaron de grandes episodios de la antigüedad eran unos pocos, y a veces hay escasas fuentes.
“Sin embargo, de aquellas primeras historias que se escribieron o se conservaron, yo lamento mucho que una gran cantidad de libros de la historia antigua se quemara en la famosa biblioteca de Alejandría, durante la batalla entre Julio César y sus adversarios que tuvo lugar allí, algunos años antes de nuestra era. Es una lástima, tantos libros perdidos que nos habrían permitido tener una mejor fuente de información de la antigüedad. A lo largo de toda la historia, hasta hoy, muchas veces los que la escribieron, con más o menos fortuna, aportaron una gran dosis de leyenda, fantasía y subjetivismo. De modo que uno no puede tener ninguna seguridad acerca de la objetividad que tenga la historia.” (Un grano de maíz, Tomás Borge)
—¿Ve usted con optimismo el futuro de la sociedad cubana?
—Le puedo decir una cosa, nosotros somos optimistas, sabemos qué destino podemos tener, un destino muy duro, pero muy heroico y muy glorioso. Este pueblo jamás será vencido, es lo que uno puede decir. Este pueblo alcanzará niveles de conocimientos y de cultura promedio que estarán, como en una carrera de maratón, varias pistas por delante de cualquier pueblo del mundo que lo siga detrás, lo digo sin chovinismo. Detesto el chovinismo, más bien me gusta la crítica y, constantemente, cada vez que hablo de lo que hemos hecho, expreso la vergüenza por no haber hecho más; cada vez que utilizamos cosas que hemos descubierto, expreso la vergüenza de que no las hayamos descubierto antes; cada vez que aprovechamos nuevas posibilidades, confieso la tristeza de no haber podido tener esa experiencia antes. Ahora, por lo menos, experiencia hemos creado.
“Mire, esta es una sociedad cada vez más culta, cada vez con mayores conocimientos, que hoy avanza a ritmo acelerado, a un ritmo muy acelerado, más que nunca, hacia la multiplicación de sus conocimientos en todos los terrenos: filosóficos, políticos, históricos, científicos, artísticos… Todo avanza, porque en los últimos tiempos hemos podido adquirir conciencia de las posibilidades de los medios técnicos modernos para multiplicar los conocimientos.
“Yo cito el ejemplo de enseñar a leer y a escribir por radio, o los programas de enseñar a leer y a escribir, digamos, por televisión, o el empleo de los paneles solares para llevar electricidad segura, que jamás se interrumpe, a cualquier rincón de los campos, de modo que, con muy bajos gastos, usted pueda llevar esos conocimientos, esa cultura, ese saber, y la televisión la pueda llevar a cualquier parte. La ignorancia es cómplice de muchos males. Los conocimientos deben ser el aliado fundamental de los pueblos que aspiran, a pesar de tantas tragedias y problemas, a emanciparse de verdad, a construir un mundo mejor. Le cito estos ejemplos, pero las posibilidades que hemos descubierto van mucho más allá de lo que la gente se imagina, está en nuestras manos, en un pueblo unido.” (Cien horas con Fidel, Ignacio Ramonet)
—Sobre las relaciones Cuba-Estados Unidos, ¿cómo podrían disminuir las tensiones con Estados Unidos sin que Cuba tuviera que claudicar a sus principios?
—En las actuales circunstancias, considero muy difícil que pueda disminuir la hostilidad de Estados Unidos hacia nosotros. Solo el transcurso del tiempo puede hacerlo posible, solo cuando vean la cantidad de heroísmo que hay en nuestro pueblo, solo cuando sepan respetar la capacidad heroica de nuestro pueblo. Va a depender mucho de nosotros, de nuestra capacidad de resistir las dificultades económicas, de nuestra capacidad de frustrar las esperanzas de que la Revolución se derrumbe, de la capacidad de defender el país si en algún momento intentan destruir por la fuerza la Revolución; creo que solo entonces ellos serían capaces de reflexionar en estos términos, cosa muy difícil ahora, cuando están poseídos por un espíritu triunfalista muy grande, cuando hablan del orden norteamericano por mil años y cuando saben que Cuba ha mantenido con valentía y firmeza sus principios, y que los mantiene.
Es muy difícil que ellos sean capaces del mínimo de honradez que haría falta para respetar, como debieran respetar, a un país como Cuba, un país digno de respeto y digno, incluso, de admiración, porque, ¿cuántos adversarios ha encontrado como nosotros? ¿Y qué peligro significa Cuba para Estados Unidos? Hoy no hay campo socialista, hoy no pueden alegar la seguridad de Estados Unidos amenazada, todo ese tipo de fantasías, tonterías, idioteces que dijeron; solo hay un problema de prepotencia, de hegemonía y de incapacidad de admitir que alguien se les oponga, en un mundo donde están acostumbrados a que casi todos le obedezcan.
“Por eso no sería realista pensar en que exista una posibilidad de que ellos estén dispuestos a disminuir las tensiones con nosotros, a cesar en su hostilidad sin que Cuba haga concesiones de principios, y hacer concesiones de principios es renunciar a la Revolución, renunciar a la independencia, renunciar a todo, para qué serviría. Y los conocemos demasiado bien. Tú les haces la menor concesión y te exigen otras y otras. Conocemos la mentalidad imperialista, la psicología imperialista, la historia de ese país, no solo por lo que hemos visto en nosotros, sino por lo que hemos visto que han hecho con otros países y en otras circunstancias. El imperialismo es el imperialismo, ese carácter no se cambia por generación espontánea, al contrario, más bien tiende a reafirmarse.» (No hay dos socialismo iguales», entrevista con la revista Siempre)
Escrito por Mario Martín Martín