A la salida de la ciudad de Ciego de Ávila, en el motel La Rueda, hasta donde pedalear resulta un ejercicio no menos exigente bajo el solazo de julio, hay más gente de la que un miércoles rajando el mediodía se pudiera pronosticar.

Niños y jóvenes de vacaciones convierten el miércoles en un sábado. Música actualizada en bocinas enormes y una piscina mediana bastan para que el verano no sea apenas una estación del año, sino motivo de disfrute.

Termina por parecer sábado de verdad porque en la noche seguirá la fiesta de la espuma. Ese es el espíritu del verano en la Unidad Empresarial de Base (UEB) La Rueda, perteneciente a la Empresa Provincial de Alojamiento, donde los shows humorísticos con invitados populares, los juegos de participación y los karaokes son plato fuerte en la recreación.

Julio y agosto fueron pretexto ideal, asimismo, para que, del total de 22 habitaciones, solo resten tres de las más de diez que estaban fuera de orden antes de la etapa estival, argumenta Armando Rodríguez Fernández, director de la UEB.

Es el ranchón un punto de fragilidad: a lo sumo son cuatro los platos fuertes; el más caro, bistec de cerdo, en 340 pesos. Hay cerveza dispensada y otras enlatadas de producción nacional, eso sí. Refrescos y chucherías hay también, pero no en demasía. «Por el resto, todo está perfecto», dice uno de los visitantes.

Coincide otro y otro que celebra en familia la medalla de bronce en los recién finalizados Juegos Escolares Nacionales de Alto Rendimiento de una yudoca.

La piscina del motel La Rueda, la mayor atracción Foto: Ortelio González Martínez

De cualquier modo, entre los altos precios de los establecimientos particulares y las mínimas opciones de recreación dentro del sector estatal en el municipio Ciego de Ávila, La Rueda es competitivo. Pueden expresar el mismo estado de opinión sin dudas parte de los 200 clientes que, como promedio, pasan el día en la instalación —cuenta el directivo—, después de pagar 50 pesos cada uno por entrar.

Que alguien reclame que en algún momento no recibió la atención deseada no extrañaría a Rodríguez Fernández. Si se le pregunta por la mayor debilidad de La Rueda, no demora en reconocer que la calidad de los servicios no siempre es la idónea y que «en ese sentido, no se puede descansar».

Igual, sin ánimo de conformismo, responde que intenta siempre como premisa tener ofertas, así estén verdaderamente limitadas, para cualquier bolsillo, un intento por no excluir a nadie y satisfacer en la medida de lo posible a los visitantes.

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