• El salón de la ACCA volvió a abrir sus puertas este 18 de octubre como parte de la jornada de celebración por el Día de la Cultura Cubana

Cuando este 18 de octubre se abrieron las puertas del XV salón de artesanía Eduardo Martínez de la ACCA, las caras de los allí presentes representaban toda la satisfacción y complacencia que era posible demostrar. Aquello, más que una expo colectiva, parecía una tribuna. Y era como si la voz siempre sabia del pueblo se elevara por encima de todas las verdades.

Más de 50 obras hallaron espacio en la galería Raúl Martínez del Consejo Provincial de las Artes Plásticas, y en su conjunto denotaban no solo belleza y utilidad, sino, también, conceptos y sana teoría.

Llama la atención las disímiles manifestaciones en las que se conjugaron. Ahí estaban las telas y tejidos de Manos mágicas, Vivian Romero, Mailín Cabrales Veliz y de tantos otros artistas del punto y la aguja.

También, los artífices de la madera, el hueso tallado, como Darién Morejón con Desarraigo, obra descomunal que a mi juicio debió llevarse algún lauro, pero no corrió con esa suerte. Joven instructor de arte que mereciera premio en el salón Mi gallo, en Morón, este mismo año.

Estamos ante la presencia de una silla pequeña en su base pero altísima en sus patas falsas que vienen a describirnos todos los desarraigo que han conseguido la diáspora cubana para justificar fugas. Estas patas, que en definitivas son remos, nos recuerdan esa manera humana, loca y frenética, por escapar de un entorno opresivo, insatisfactorio, estéril. A veces la salida se paga con la muerte, y eso, precisamente, parecen decirnos las calaveras casi en la mitad de esas prolongaciones de las verdaderas patas. Cráneos humanos que, como guardianes en el tiempo, han vivido horrores y han muerto para contarlo desde el más allá.

Yoel Pérez con Desquite, por solo mencionar algunas tallas, es el típico trabajo en la madera más versátil, pero que su contenido se va por encima de la forma porque anuncia la rebelión de las bestias sobre sus dominantes; las bestias que castigan cuando ya no resisten más el castigo. Y esos latigazos, en lomo humano, duelen más.

Asimismo, las misceláneas estaban por.todas partes y llenaban con su luz cada espacio. Hubo hasta un destello para la naturaleza más auténtica como lo fue tríptico bonsai de la mano de Yuliet Rodríguez Baños llamado De cara al sol. Muestra de un universo paralelo al nuestro, pero no ajeno. Porque tiene de palmeras y guijarros, arena, bohío. Recordatorio de lo fantasioso cual mundo de los hobbies en El señor de los anillos.

También destacan por su ingenio y cubanía, obras mixtas como la Félix Zayas Sarabia, En un rincón de la memoria. Unión de metal, madera, tornillos, fragmentos de utensilios de cocina y otros retazos de objetos de uso, que conforman un escudo casi replica del nacional y a modo de recordatorio por esa pérdida del amor a la Patria que muchos han denotado en los últimos tiempos. El escudo se impone en medio de un salón; exige respeto, porque pareciera tener toda la autoridad que ya algunos no le conceden.

Otras piezas con estética de avanzada y un gusto exquisito, podrían ser Viajar al pasado, de Manuel Ángel Rodríguez. Un artilugio en metal que recrea un globo aerostático sujeto a un bote. No solo consigue hacernos viajar atrás, sino, además, que remite a esa época en que la emigración a toda costa abrió una herida muy grande en el alma de la nación.

Así como No hay vuelta atrás, de Reinier González Marrero, con un exigente papel maché que resulta en una cabeza de toro colmado de relojes que en verdad andan. Artilugios que nos recuerdan la presencia despampanante del tiempo sobre nuestras vidas. Y lo efímero de todo lo vivido que podría ser colgado en la pared, como un trofeo de caza, y cual cabeza de ganado.

Karina Curra se alza con Mi Chaplin. Desde el punto de vista técnico, la obra es impresionante. La elección de los colores vivos y contrastantes no solo aporta dinamismo, sino que también permite que el retrato de Chaplin, quien es conocido por su expresividad en pantalla, se manifieste de manera vibrante en un medio que tradicionalmente no está asociado con la figura humana. Las tonalidades de verde, rojo, azul y amarillo crean una atmósfera pop-art, mientras que la textura del hilo y el entrelazado revelan la destreza en la técnica del crochet, sugiriendo que el arte de tejer, más allá de su función utilitaria, tiene un lugar en las formas más sofisticadas de la creación artística.

Este salón, a diferencia de otros años, gozó de una estética mucho más vanguardista en su sentido preciosista. Y se nota, por la interacción de las obras en el entorno, que la curaduría fue, una vez más, bien pensada y con un vuelo natural, porque supo unir y, a la vez, separar por formas y estilos, por técnicas y grupos de trabajo. Bien por dedicarle espacios a la madera, el metal; y otros a las telas, el cuero, los tejidos y la muñequería. Así nos da espacio y aire para respirar en un mejor disfrute de la obra de la arte.

El XV salón de artesanía Eduardo Martínez, en la ciudad de los portales, es clara muestra de que cuando se conjugan lo bello y lo útil en la artesanía, triunfa la razón y el alma por sobre toda la inmundicia y la mediocridad.

Como resultado del análisis y la puesta en escena del juicio del jurado, resultados ganadores: Gran Premio para Karina Corria Medina, con Mi Chaplin. El primer premio cayó a manos de Félix Zayas Sarabia, En un rincón de la memoria. El segundo perteneció a Yuliet Rodríguez Baños con De cara al sol. Y el tercero fue a manos de Manuel Ángel Rodríguez, Viajar al pasado.

Por su parte merecieron menciones Pedro Quiñones Triana, Ángela Gómez Muñoz y Janet Rodríguez Gómez, Humberto Mena Torres, Elían Rolando Montaño y José Gómez Villalonga.

En las palabras del catálogo, el especialista y artista de la plástica Lic. Yuri Limonte Hera confirma lo que con palabras semejantes se venía abordando en esta nota: “Por estos motivos y muchos más es que nos damos sita aquí cada año, sabiendo que a través de las manos de nuestros artesanos y artistas habla el espíritu de nuestro pueblo.

Así lo hizo la obra de Eduardo Martínez, uno de nuestros más destacados artífices, a quien hoy hemos querido homenajear, este creador a través de su obra supo dar testimonio de paciencia, dedicación y amor por su oficio”.

 

Por Vasily MP

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