“Mi mamá tenía 16 años cuando la secuestraron embarazada de mí. Fue a un campo de concentración, donde la despojaron de todo, incluso su nombre: pasó a tener una letra y un número. Fue brutalmente torturada. Cumplió 17 años en ese campo de concentración», dijo Ana Fernández frente a los pasajeros del subte. «Mi abuela salió a buscarla y se encontró con otras madres que hoy se conocen como Madres de Plaza de Mayo», continuó y, como pudo verse en un video que se viralizó en las últimas horas, llamó a no votar en el balotaje a La Libertad Avanza, cuyos candidatos reivindican el terrorismo de Estado. Nacida en Suecia en 1977 tras la liberación de su madre, la hija de Ana María Careaga recordó -en el vagón del subte- el destino fatal de su abuela: junto a otras dos madres de desaparecidos y dos monjas francesas, también fue secuestrada, «la llevaron a la ESMA y fue arrojada con vida al mar». En ese centro de concentración cometió delitos de lesa humanidad Jorge «el Tigre» Acosta, «un genocida que hoy pide que voten a Javier Milei».

De cara a la segunda vuelta que definirá al próximo presidente, el voto se disputa en cada rincón del territorio. Mientras desde los espacios libertarios muchos optan por una campaña basada en la desinformación y las fake news, sectores movilizados por la amenaza que representa un posible gobierno de Milei y la negacionista Victoria Villarruel salen a la calle con la convicción de que la defensa de los valores democráticos está en la micromilitancia y la exposición clara de lo que impulsa la ultraderecha.

Ahí se enmarca la iniciativa de Ana Fernández, hija de Ana María Careaga, sobreviviente del centro clandestino Club Atlético y nieta de Esther Ballestrino, una de las fundadoras de Madres de Plaza de Mayo e integrante de «Los 12 de la Santa Cruz», quien fue arrojada viva en uno de los vuelos de la muerte. «Amo este país, quiero vivir acá, quiero que todos podamos vivir teniendo diferencias, diciendo nuestras diferencias y sin miedo a que nos secuestren, a que nos torturen, y a que nos arrojen con vida al mar», explicó Ana parada en el vagón del subte. «Por favor -concluyó-, por la democracia, no voten a Milei«.

La de Ana es una de las muchas intervenciones en el espacio público que se multiplican en vísperas del balotaje. A las movidas culturales de los artistas, que empapelan las calles con pegatinas y carteles, pintan consignas contra Milei y reparten stickers con la cara de Sergio Massa, se suman los testimonios en primera persona de aquellos que se ven directamente amenazados por las propuestas del «libertario». Una mamá de tres chicos con discapacidad que repudia al candidato que utiliza la palabra «mogólico» como insulto y una víctima de violencia de género que valora que se prohiba la venta libre de armas, son solo algunos ejemplos de otras intervenciones en el transporte público que se han viralizado.

«Me conmovió profundamente, porque para dar un testimonio así, interpelando a la sociedad, hay que tener mucho coraje», dijo a Página/12 Ana María Careaga. La madre de la protagonista del video comparte «la angustia enorme frente a la posibilidad de desandar un pacto civilizatorio que fundaron las Madres y las Abuelas a partir de instituir el nombre de Memoria Verdad y Justicia para los derechos humanos». En ese sentido, afirmó que «la Justicia tuvo el estatuto de lo no negociable», lo que impulsó las movilizaciones contra iniciativas como el 2×1 durante la gestión de Mauricio Macri. «El Nunca Más es algo a construir permanentemente», remarcó.

Anita, por su parte, sostuvo en diálogo con este diario: «Ojalá incentive a otros a hacer lo mismo, porque hay miles de historias que estaría bueno que se conozcan». Recordó, que en el momento del video «estaba muy conmocionada. Cuando bajé del subte me puse a llorar. Fue lindo sentir que gente de distintos lugares, de distintas edades, no quiera reivindicar lo que propone Villarruel». Algunos le agradecieron la valentía de sus palabras. Muchos la aplaudieron. Los más jóvenes reenviaban el video. Nadie se manifestó en contra.

 

La familia Careaga

La historia de la familia Careaga está atravesada por el terrorismo de Estado. Ana María, madre de Anita, fue secuestrada el día 13 de junio de 1977, cuando estaba embarazada de tres meses. En el cautiverio, fue brutalmente torturada. Luego de tres meses recuperó su libertad y logró exiliarse junto a algunos de sus familiares en Suecia, tras pedir refugio en Naciones Unidas.

El vuelo a Suecia partió de Río de Janeiro, Brasil, a donde Ana María viajó junto a su compañero y a su hermana Mabel. Un día antes de que saliera el avión, su madre, Esther Ballestrino de Careaga -quien durante el secuestro de Ana María había fundado Madres de Plaza de Mayo junto a otras mujeres que buscaban a sus hijos- se trasladó a Brasil para llevarles a Carlitos, el hijo de pocos meses de Mabel.

En ese momento, no hubo manera de convencerla para que también se exiliara, según contó Ana María años atrás en una entrevista. «Mi mamá viene a Brasil con mi sobrino y después vuelve a la Argentina. Vuelve a la Plaza, las Madres le dicen: ‘¿qué haces vos acá si ya recuperaste a tu hija?’ Y ella dice: ‘Yo voy a seguir hasta que aparezcan todos, porque todos los desaparecidos son mis hijos'», relató la sobreviviente del Club Atlético.

«Cuando llegamos a Suecia, fuimos a un campamento para refugiados. El 11 de diciembre de 1977 nace mi hija Anita. Nosotros teníamos dos llamadas gratis para hacer desde el campamento, porque en ese momento las comunicaciones no eran tan fáciles como ahora. Una la hicimos para avisar que habíamos llegado bien y la otra la habíamos reservado para contar cuando naciera la bebé. El 11 diciembre, el día del nacimiento de mi hija, llamamos y nos enteramos que el 8 mi mamá había sido secuestrada por la Armada», lamentó Ana María.

Esther Ballestrino de Careaga fue secuestrada en diciembre de 1977, en el marco de cinco operativos que se llevaron a cabo entre el 8 y 10 de ese mes, cuando también fueron secuestradas las madres Azucena Villaflor y María Ponce; los familiares Angela Aguad, Remo Berardo, Julio Fondevila y Patricia Oviedo; los militantes Horacio Elbert, Raquel Bulit y Daniel Horane y las monjas francesas Leonie Duquet y Alice Domon. «Los 12 de la Santa Cruz», como ellos mismos se autodenominaron en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), donde permanecieron entre 4 y 6 días encerrados, fueron arrojados al mar en los llamados «vuelos de la muerte» el 14 de diciembre de 1977.

(Tomado de Página 12)

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