La más reciente crisis epidemiológica por arbovirosis en Ciego de Ávila ha dejado al descubierto, una vez más, las fisuras por donde se cuela el mosquito Aedes Aegypti. Más allá de las campañas de fumigación y las advertencias sanitarias, el balance obliga a una reflexión profunda sobre qué faltó y qué debemos aprender para no repetir un ciclo que, previsiblemente, volverá.
La reacción, en muchos casos, fue tan tardía como previsible. Cuando los barrios ya reportaban casos positivos de dengue, las acciones se concentraban en la contención, no en la prevención sólida. Por parte de Salud a menudo la capacidad de respuesta se vio superada por la magnitud de la infestación. Faltó una vigilancia epidemiológica más proactiva y una integración de datos en tiempo real que permitiera anticipar los brotes, no solo seguirlos.
Por su lado, Comunales mostró la falta de una estrategia sostenida y efectiva para el saneamiento ambiental. La recogida de basura irregular se convirtió en la norma en muchas zonas, creando microvertederos espontáneos que son el caldo de cultivo ideal para el vector.
La falta de recursos es una realidad innegable, pero también lo es la necesidad de una planificación más inteligente y una ejecución más rigurosa. La limpieza de solares yermos y alcantarillas no puede ser una campaña esporádica; debe ser una prioridad operativa constante. La proactividad no es solo fumigar, es garantizar que el entorno no invite a la proliferación.
La experiencia avileña enseña, a fuego, que por más que se fumigue dentro de las viviendas, si el entorno comunitario está plagado de tanques destapados, gomas abandonadas y basura dispersa, el mosquito siempre tendrá la batalla ganada. La higiene no es un complemento; es la piedra angular de cualquier estrategia de control vectorial.
Erradicar el mosquito es, en esencia, un problema de saneamiento ambiental. Esta crisis deja claro que descuidar la limpieza de los espacios colectivos es desmantelar la primera y más importante línea de defensa. La salud pública se construye, o se destruye, en las calles.
Sin embargo, de poco sirve señalar solo a las instituciones. La lucha contra el Aedes Aegypti es un termómetro de la responsabilidad individual y colectiva. La pregunta incómoda es: ¿Hasta qué punto la población asumió su rol protagónico? Faltó, en muchos casos, una implicación consciente y constante. El autofocal familiar sigue siendo una asignatura pendiente. No se puede culpar solo a la «falta de recursos» cuando en muchos patios persisten los criaderos activos por simple descuido o negligencia.
La conciencia ciudadana es el recurso que puede suplir muchas carencias materiales. Es la que vela para que no se acumule agua en recipientes, la que tapa los tanques correctamente, la que exige a su delegado una recogida de desechos más eficiente y la que no se conforma con la queja, sino que actúa. En una crisis epidemiológica, cada ciudadano es un agente de salud. Su participación no es una ayuda, es un pilar insustituible.
El enfrentamiento a las arbovirosis en Ciego de Ávila no se perdió solo por la falta de combustibles, insecticidas o camionetas de fumigación. Se perdió en la planificación proactiva de las instituciones, en la higiene descuidada de los espacios comunes y en la falta de una conciencia ciudadana plenamente activada.
La lección está sobre la mesa: o asumimos que esta es una batalla que se gana con saneamiento ambiental constante y con la responsabilidad de cada uno en su hogar y comunidad, o estaremos condenados a repetir este mismo capítulo con la llegada de cada nueva temporada de lluvias.
Tomado de Invasor