En el año 1961, las labores del Ministerio de Educación del Gobierno Revolucionario, se habían intensificado ampliamente, pues el organismo dio cumplimiento a las grandes metas anunciadas por Fidel en septiembre de 1960 ante la Asamblea General de las Naciones Unidas; es por ello que el 3 octubre 1960  la Comisión Nacional de Alfabetización y Educación Fundamental se transformó en la Comisión Nacional de Alfabetización que llevó adelante la conocida y épica batalla  en el país. No olvidemos que nuestro pueblo enfrentó en el mes de abril de 1961, la agresión mercenaria imperialista de Playa Girón; no obstante, la gran esperanza que teníamos los cubanos de llevar adelante la Revolución educacional, no fue traicionada.

Cumplir con la noble tarea de alfabetizar, no fue algo nuevo para nuestro pueblo, en este sentido merece una mención especial, el caso del joven maestro pinareño Rafael Morales y Gonzalez Moralitos, quien dio clases de lectura en los Campamentos libertarios de los mambises insurrectos; aunque, desde luego, él no fue el único, porque allí se enseñó siempre que fue posible en medio del caos provocado por el conflicto armado, al punto que hombres de la talla de Ignacio Agramonte, Céspedes y el propio Martí, se convirtieron también en verdaderos alfabetizadores en aquel contexto hostil.

La obra del maestro Moralitos hay que destacarla también, porque además de ser el autor de la Ley de Instrucción Pública de la República de Cuba en Armas y de la Ley de Imprenta y sus regulaciones, llegó a fundar una Escuela y creó la primera Cartilla[1] revolucionaria que se conoce en nuestra Patria, para aprender a leer; con la que favoreció a la alfabetización no solo de los combatientes que la necesitaban sino de la población  en general de los territorios de “Cuba libre” en plena manigua mambisa.

Se debe recordar que desde el mismo comienzo de la contienda por la libertad, la alta dirigencia de la Guerra, le dio gran importancia a la necesidad de educar a los soldados iletrados. Con posterioridad, en la última etapa de la Guerra, la alfabetización y la educación estuvieron presentes como parte activa, incluso, de la histórica Constitución de la Yaya (1897). En un recuento como este, la histórica figura de Daniel Fajardo Ortíz, cobra vigencia, pues fue quien ideo y puso en práctica la “Cartilla[2] para aprender a leer en las Escuelas públicas del Estado”, publicada en la Imprenta del periódico El Cubano libre[3] en 1986, órgano del cual fue su codirector.

Desde los primeros días de enero de 1959, comenzó la aplicación del Programa Revolucionario en el Ministerio de Educación, lo cual significó extender los servicios educativos a toda la población cubana; con ello se dio continuidad a la labor iniciada en las montañas por el Ejército Rebelde a partir de la Orden Militar N° 50 de la Ley Orgánica del Departamento de Educación del Segundo Frente Oriental Frank País. Resulta revelador el poder constatar que muy tempranamente, se inició la batalla alfabetizadora en las propias filas del Ejército Rebelde, incluso en la Guarnición de La Cabaña.

Muchos maestros ya se habían dado a la tarea de trabajar por eliminar el analfabetismo, pero su esfuerzo era insuficiente ante el reto de enseñar a leer a todos los cubanos que lo necesitaban. La existencia de un elevado índice de ese flagelo, era uno de los más graves problemas que afrontábamos los cubanos; su aniquilación se convirtió en un desafío esencial, porque en un país lleno de analfabetos, no puede haber desarrollo. Se tenía que enseñar a las nuevas generaciones a ganar la batalla por la cultura general, con el concurso y la voluntad política de todos, porque ese no es meramente un problema escolar que afecta a un Ministro o a un Ministerio determinado, sino es un asunto que afecta a toda la nación, a su definitiva liberación y progreso.

Armando Hart, el máximo responsable del Movimiento 26 de Julio en presidio. Foto: Archivo del autor

En Cuba la lucha contra el analfabetismo se desarrolló atendiendo simultáneamente las dos cuestiones fundamentales: aumentar significativamente el número de aulas y la alfabetización de los adultos. La creación de aulas y escuelas es esencial en la lucha contra el analfabetismo, pues una de las causas principales de este problema es la carencia de suficientes aulas para atender las necesidades educativas de toda la población comprendida entre cinco y catorce años de edad, con esta estrategia se empezó a atacar el mal en su misma raíz.

Correspondió a la heroica ciudad oriental de Santiago de Cuba, ser el espacio en el que a solo un mes del triunfo revolucionario, se anunciara el comienzo del Plan Urgente de Alfabetización de Cuba; por medio de la Resolución N° 7692 del 11 de febrero de 1959, en la cual se indicaba que: “Recomendar la plena movilización de los recursos humanos y las reservas morales de nuestra Patria, mediante la incorporación de maestros, estudiantes, comerciantes, industriales, trabajadores, profesionales y de las instituciones civiles y militares del Gobierno Revolucionario. El aporte de las entidades cívicas, religiosas, profesionales, fraternales, laborales, industriales, comerciales, se considerará de máxima importancia en este esfuerzo nacional de alfabetización.”

Lo anterior demuestra que desde sus inicios, la noble tarea alfabetizadora fue concebida por la dirección de la Revolución Cubana como un desafío que tuvo en cuenta la erradicación del analfabetismo de toda la sociedad, lo que la convirtió en un hecho de carácter cultural masivo y un suceso que, obviamente, no tenía precedentes en el país.

Se puede considerar como el principio de la Campaña Nacional de Alfabetización, que tuvo su colofón en el año 1961, la histórica reunión que se realizó la tarde del 2 de marzo de 1959, en la que nació la Comisión Nacional de Alfabetización y Educación Fundamental ─bajo la dirección del reverendo Raúl Fernández Ceballos─[4] la que se convirtió en el necesario e inmediato antecedente de la Comisión que, finalmente, tuvo a su cargo la responsabilidad de la epopeya alfabetizadora del año 1961.

La Comisión funcionó como una dirección técnica única y desde allí se organizó, coordinó y se llevó adelante, el colosal proceso de preparación de toda la Campaña, lo que incluyó una ardua, decisiva e invaluable labor estadística. La Comisión quedó integrada por organismos gubernamentales y no gubernamentales; incluyó también una Sección Técnica, con la misión de ordenar y jerarquizar el trabajo pedagógico y de adiestramiento de los alfabetizadores. Vale destacar el preámbulo previsor que fue asumir el proyecto gestado por el talento de la Dra. Carmen Gómez García y el Maestro Raúl Ferrer de la revista Arma Nueva, la que se convirtió en un instrumento de propaganda y asesoramiento de los implicados e intensificó los cursos de preparación de alfabetizadores.

Durante la etapa insurreccional, el Dr. Hart había recorrido incesantemente las seis provincias que entonces existían en el país, porque tenía una constante preocupación por lo que ocurría en cada rincón con el trabajo insurreccional clandestino. Ahora que comenzaba su desempeño como Ministro, continuó con esa misma línea de conducta y recorrió con el equipo de trabajo del Ministerio de Educación cada uno de los territorios, para comprobar ─directamente─ en cada lugar, las necesidades educativas específicas y de esta forma ser capaz de buscar la solución más adecuada ante cada problema.

Durante todo el año 1959 e incluso en el año 1960, la tarea alfabetizadora continuó ganando auge, intensidad y apoyo, para sus labores organizativas y pedagógicas bajo el aliento y la dirección de Fidel. Pero el sustento decisivo para la victoria total en ese empeño, comenzó a ser realidad cuando, precisamente, el líder histórico de la Revolución Cubana, en el acto de reconocimiento y graduación de los primeros mil cuatrocientos Maestros Voluntarios, que recibieron su curso de capacitación en la Sierra Maestra, el 29 de agosto de 1960, lanzó al pueblo la masiva convocatoria alfabetizadora cuando dijo el año próximo será el Año de la Educación y el pueblo entero se movilizará para liquidar en un año el analfabetismo. Ello fue subrayado por el propio Fidel, el 26 de septiembre de 1960, en el discurso pronunciado en la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas (ONU), cuando comunicó al mundo que en 1961, nuestro país efectuaría la Campaña de Alfabetización en solo un año. Fue, justamente, a partir de esas declaraciones públicas de Fidel, que todos los esfuerzos educativos que venía realizando el Ministerio de Educación, pudieron multiplicarse a una escala inimaginable, por la voluntad política y el entusiasmo que esa intervención generó a lo largo y ancho de todo el país.

Con el objetivo de lograr un mejor desempeño y operatividad para las intensas labores alfabetizadoras, se tuvieron que adecuar las bases que ya se habían creado a las nuevas  condiciones históricas. Fue entonces que se produjo la transformación de la Comisión Nacional de Alfabetización y Educación Fundamental en la Comisión Nacional de Alfabetización. En la que el Dr. Hart se mantuvo a cargo de la presidencia y nombró al compañero Mario Díaz como su Coordinador Nacional; al inolvidable maestro, el poeta Raúl Ferrer, como Vicecoordinador Nacional y continuaron con diversas responsabilidades los compañeros que habían sido miembros desde la primera Comisión; también la integraron los responsables del Ministerio de Educación para la Educación de Adultos y Aseguramiento; así como un delegado de cada una de las distintas organizaciones, organismos e instituciones de la recién nacida y nueva Sociedad Civil Revolucionaria de entonces.

Desde el triunfo revolucionario, la máxima dirección del Ministerio de Educación en el país había desplegado sus esfuerzos en la reestructuración general, diseño y puesta en práctica de la Reforma General de la Enseñanza, así como en propiciar y lograr cambios radicales en la organización y el sistema escolar. Pero el comienzo definitivo de la Campaña de Alfabetización, significó para el proceso educacional, su transformación y completa la vinculación con su principal sujeto y protagonista: el pueblo cubano.

La respuesta del pueblo no se hizo esperar y se comenzaron a distribuir los primeros ejemplares salidos de la Imprenta Nacional de la Cartilla ¡Venceremos! y del Manual ¡Alfabeticemos!, que habían sido confeccionados por la Sección Técnica de la Comisión Nacional de Alfabetización y Educación Fundamental.

Para llevar adelante las labores de la Campaña, se organizaron decenas de miles de cubanos, entre los cuales estaban, “estudiantes brigadistas Conrado Benítez; alfabetizadores populares; maestros integrados como cuadros y especialistas; obreros agrupados en las brigadas Patria o Muerte, a las que hay que agregar un sinnúmero de trabajadores de distintas ramas, así como el personal administrativo y de servicios cuya labor también resultó indispensable para el aseguramiento material y organizativo de la Campaña”. El Dr. Hart recordaba así la gesta:

“El encuentro entre el alfabetizador y el analfabeto se produjo bajo la fuerza espectacular que propició la consigna creada por el maestro Raúl Ferrer: “QUTATA AL CUADRADO: Que cada analfabeto tenga su alfabetizador, que cada alfabetizador tenga su analfabeto”, la misma prendió en las masas y se convirtió en una verdadera fuerza material. La identificación ente el alfabetizador y el analfabeto fue un hecho humano que llegó a las fibras de millones de cubanos y como tal representó un suceso ideológico revolucionario de profunda transformación moral […].

En aquellos hermosos días y meses se vinieron abajo siglos de ignorancia y explotación. La alfabetización fue un hecho educacional y cultural creador de conciencia revolucionaria y formó parte del intenso movimiento popular de aspiraciones profundas de renovación radical que vivía el país en los años iniciales de la Revolución.

El 22 de diciembre de 1961, de aquel año histórico, Fidel proclamaba en la Plaza de la Revolución que habíamos ganado la batalla contra el analfabetismo. El proceso educacional y cultural cubano adquiría una significación nacional e internacional ejemplarizante. Por eso pudo decir: “Ningún momento más solemne y emocionante; ningún instante de júbilo mayor, ningún minuto de legítimo orgullo y gloria como éste, en que cuatro siglos y medio de ignorancia han sido derrumbados”.

Las decenas de miles de alfabetizadores congregados en la Plaza de la Revolución José Martí exclamaron a coro: “Fidel, Fidel, dinos que otra cosa tenemos que hacer, su respuesta fue, ahora deben hacerse maestros, artistas, profesores, técnicos, ingenieros, especialistas en las más diversas disciplinas de la ciencia y la cultura”.

Así, junto a la imagen de José Martí, nació el movimiento educacional, cultural y científico generado por la Revolución Cubana que durante casi cinco décadas ha estado en su columna vertebral, y resulta la garantía decisiva de la independencia del país y la carta de presentación de Cuba ante el mundo.”[5]

En Cuba como resultado de la labores de la Campaña, el índice de analfabetismo quedó reducido al 3,92%, del total de la población de entonces. El Gobierno Revolucionario trabajó también para que los cubanos que acababan de aprender a leer y escribir no se convirtieran de nuevo en analfabetos por desuso; para eso era necesario que continuaran estudiando y con ese mismo fin se crearon las aulas de seguimiento hasta el tercer grado de escolaridad y los cursos de superación obrera para los trabajadores que tuvieran un nivel de escolaridad entre el tercero y sexto grado. Con ello se logró dotar de un sentido integral y un profundo significado la superación de esas grandes masas de cubanos al crear la Dirección Nacional de Superación Obrera y Campesina al frente de la cual, fue colocado el experimentado maestro Raúl Ferrer.

Cuba realizó en menos de un año el trabajo que la UNESCO había concebido para un período no menor de diez. Las experiencias de la Campaña de Alfabetización Cubana, a tantos años de haberse realizado, continúan siendo referente obligatorio para los interesados en un tema tan sensible como ese.

En el Ministerio de Educación se continuó trabajando para consolidar, en la práctica, la nueva política educacional y adecuar las estructuras de los organismos de dirección de acuerdo con el desarrollo de las labores de todas sus dependencias. Igualmente, se trazaron nuevas estrategias de organización, las cuales surgían todos los días, frente a cada tarea concreta, porque esa era una labor política de primerísimo orden, porque obviamente, la organización, eficacia y control de las tareas educativas, surgen del trabajo y no éste de aquella. Así fue naciendo la nueva y eficiente organización del Ministerio de Educación, sobre la base de la creación en la práctica del trabajo intelectual revolucionario, lo que le abrió nuevas perspectivas y caminos a la educación cubana. Tal hazaña sentó las bases del Proyecto de Educación Revolucionario, el cual siguió perfeccionándose para elevar el nivel educativo y cultural del pueblo cubano.

Para realizar La Campaña de Alfabetización, el principal empeño del Proyecto Educacional Revolucionario, se tuvo en cuenta el Ideario Educativo Cubano forjado desde las postrimerías del siglo XVIII, “con una fuerte influencia humanista, democrática, de amplia participación”,[6] patriótica, latinoamericana y revolucionaria. En la cual para su buen funcionamiento estuvieron vinculadas cuatro esferas fundamentales de la sociedad: la familia, la escuela, la comunidad y los medios masivos de comunicación, de manera articulada, sistemática y efectiva. Solo de esa manera se pudo cumplir en tan breve tiempo, un objetivo que tuvo una dimensión epopeyica, como esta.

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