Un puñado que se niega a olvidar el pasado se encargó de obrar el milagro. Bastaron las anécdotas, después que el retrato del hombre afable y cortés fuera situado en el centro de la tertulia, para que Antonio García Portal, o sencillamente Ñico García, reviviera en el día de su centenario.

“Alegre, con una sonrisa preparada para sus compañeros, siempre preocupado por el mínimo detalle y por la captura de una fotografía”, como lo describiera décadas atrás el colega José Luis Martínez Alejo, “reapareció” en la Sala de Historia del Deporte que ostenta su nombre en la ciudad de Ciego de Ávila.

Andrés Roberto Gutiérrez Pérez rememoró su participación junto a Ñico en cinco plenos nacionales de corresponsales e historiadores del deporte, en los cuales su compañero y amigo ganó cuatro premios, además de matizar el encuentro con vivencias que retrataron de cuerpo entero al hombre que, paso a paso, fue rescatando para la posteridad figuras e instantes significativos de la historia deportiva local, aunque su quehacer abarcó otras esferas de la actividad humana.

Si bien ninguno de los asistentes desconocía los méritos del homenajeado, desde que Alejandro Alvariño Íñigo hiciera la presentación de quien naciera el 9 de noviembre de 1924 en el puerto de Júcaro y a los 14 años debutara como anotador de partidos de béisbol, la emoción que causaba la remembranza se advertía en todos.

No creo que pueda una simple reseña abarcar cuánto significa la vida y obra de Antonio García Portal en el devenir atlético del territorio, pero sí me queda claro que el homenaje del grupo que este sábado le rindió merecido tributo, puede ser polea para trasmitir valores a las nuevas generaciones.

Y esa, precisamente, es la misión que, gradualmente, debe cobrar fuerza en la Sala de Historia del Deporte de la provincia avileña, si se pondera en toda su magnitud el peso y la significación del deporte en tanto porción esencial de la vida y la cultura de los pueblos.

Antonio García Portal, Ñico, pareció recobrar la existencia física al cabo de una centuria de su natalicio, como si en cada uno de quienes lo recordaron en la sala que ostenta su nombre multiplicara por 100 su devoción sana por aquellos campeones del ayer, y de siempre, que jamás debieran ser presa del olvido.

Tomado de Invasor

 

 

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