Surca el horizonte con el recuerdo vivo, tangible, con la visión segura de lo eterno, con la confianza de que el porvenir augura la realidad de su sueño, sintetiza amor, ese del bueno, nacido de las entrañas de su tierra qué hizo brotar su historia aquel 6 de febrero de 1932.

Al rememorar pasajes de su vida apreciamos el don de la firmeza y la seguridad de influir en los otros ante la muestra de debilidad o temor, para ofrecerle optimismo y fe.

Es más que hombre, que mortal, que ser; es pedestal, cobijo, seguridad y firmeza, ejemplo de la raza humana, asombro para quienes le conocen ahora y dignidad para los que como yo, nacimos al abrigo de su ejemplo.

La lealtad infinita de cada cubano se refleja en la repetida imágen sobre los espejos de agua en los que se mira su pueblo para evocar su presencia cada 28 de octubre, para admirar al hombre de la sonrisa limpia, de espesa barba negra bajo el sombrero alón, el de la eterna alegría.

Este pueblo no se equivocó al igual que su comandante, pues reconoce a Camilo Cienfuegos Gorriarán como uno de sus mejores hijos de su patria, el fundidor de de los ideales más puros de la juventud, coraje honestidad, solidaridad, patriotismo, humanismo y fidelidad sin límites.

Por Ariel González Guzmán

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