En los Juegos Paralímpicos de Río 2016, después de rebajar su marca personal hasta 10.93 segundos, Raciel González Isidoria sufrió una ruptura de grado Dos en uno de sus bíceps femorales. Así y todo, corrió la gran final de los 100 metros de la categoría T46, pero le fue imposible subir al podio como en Londres, cuando lo hizo dos veces, cada una con su medalla de plata. La revancha, que creyó sería en Tokio, se alargó hasta París 2024.
Durante ese lapso de tiempo, Raciel vivió más tiempo en la villa de deportistas de La Habana que cerca de su hija y los suyos en Ciego de Ávila. Quizás los únicos momentos verdaderamente felices que tuvo fueron jugando fútbol con su niño en la capital.
A Raciel el salario apenas le alcanza a veces para mejorar su alimentación. “No es fácil regresar de un entrenamiento riguroso y comerse un huevo frito frío, unas cucharadas de arroz y caldosa”, dijo a principios de año. Un reportaje del semanario Trabajadores, Complejo Panamericano de La Habana del Este, donde anida la desidia daba cuenta del estado del centro: áreas deportivas deterioradas, falta de iluminación y de seguridad que propiciaban agresiones sexuales y demás actos delictivos.
Razones le sobraron para desistir. Nada, sin embargo, le hizo retroceder en ese empeño por ir a París. Correr y correr es su fuerza liberadora. Raciel corre por sus objetivos, claro; pero, sobre todo, por escapar de la realidad.
Jamás entendió de limitaciones. Llegó al mundo el 31 de marzo de 1991 con una parálisis braquial obstétrica en su miembro superior izquierdo. Como vio desde niño a su padre y a su hermano jugando béisbol, tomó la pelota y empezó a lanzar. Quiso ser como Jim Abbot, quien nació sin el brazo derecho y propinó un no jit, no carrera en Grandes Ligas.
Una vez que el rol del pícher le empezó a aburrir se convirtió en jugador de cuadro. Capturaba la bola, la impulsaba hacia arriba, soltaba el guante, la agarraba de nuevo y la lanzaba. Perfeccionó esa serie de movimientos a tal punto que ponía out a los más veloces.
Su papá, de todas formas, le “aconsejó” que dejara el béisbol y se centrara en los estudios, explicó a Invasor. Terminó por alejarse completamente de la pelota, cuando, por obra del destino, conoció a Carmen Alicia Mursulí, que vino hacia él con una simple pregunta: ¿quieres ir una semana a Matanzas a correr? Raciel González aceptó el reto y nunca más ha dejado correr.
Tiene ahora 33 años. A esa edad la idea del retiro empieza a rondar a muchos velocistas. Raciel ha confesado que quisiera dedicar más tiempo a sus familiares.
Son más de las 7:30 de la noche del 30 de agosto en la capital francesa. La final paralímpica se ha retrasado unos minutos que el cubano siente “eternos” en la fría cámara de espera. Llueve. La humedad también puede jugar en contra de los competidores. El misticismo es del tamaño del Stade de Francia. En su primer heat, el campeón de Tokio 2020 y plusmarquista del orbe, Petrucio Ferreira Dos Santos, pasó de segundo. La meta está lista para recibir con una medalla de oro a cualquiera de los 8 contendientes.
En su carrera por acceder a la final, Raciel González volvió a colocar su nombre en la órbita de los principales pretendientes a arrebatarle el título al brasileño Ferreira Dos Santos. El bólido avileño ha sido infravalorado en varias ocasiones. Amén de sus preseas en Londres, en campeonatos mundiales y citas regionales, casi nunca parte con el cartel de favorito. En Ciego de Ávila mismo se le ha dejado de reconocer como uno de los deportistas, sin exclusiones de ningún tipo, más grandes de todos los tiempos.
El único representante de esta provincia en París 2024 corre contra eso también. Largó por el carril número 1, dispuesto por lo general para corredores con registros inferiores a los de sus rivales. Eso es lo de menos. Solo importaba terminar entre los 3 mejores y avanzar a la discusión de las medallas. Raciel entró segundo con crono de 10.74 segundos.
Según el sitio oficial de la competencia, esa es su marca personal. Sin embargo, Raciel González estampó un 10.70 para alcanzar la presea de bronce en los Juegos Parapanamericanos de Santiago 2023. Como sea, lo cierto es que en los meses recientes ha demostrado seguir en plenitud de forma.
Arrancó esta temporada con crono de 10.87 para llevarse el triunfo en el mitin de la ciudad mexicana de Xalapa, a comienzos de abril. Unas semanas más tarde se impuso en el Grand Prix Moulay El Hassan, de Marruecos, con 10.92. Esas victorias hacían presagiar un mejor resultado en el Campeonato Mundial de Paratletismo de Kobe, desarrollado del 17 al 25 de mayo, donde quedó sin medallas.
En este minuto, el pasado es insignificante. Raciel está a punto de disputar por tercera vez una final paralímpica. La amplificación local lo anuncia. Salta a la pista con camiseta roja, licra azul y unos tenis anaranjados.
Cuando la cámara de televisión lo enfoca, hace un gesto con la mano, como cubriéndose el rostro. El gesto recuerda a Noah Lyles, sobre todo porque el cubano también lleva las uñas pintadas. Lyles ganó el oro en el hectómetro de los Juegos Olímpicos. Por eso solo es un referente. Además, tiene una historia inspiradora que compartió en X: “Tengo asma, alergias, dislexia, TDA, ansiedad y depresión. Pero te diré que lo que tienes no define qué puedes llegar a ser. ¿Por qué tú no? En París también obtuvo bronce en los 200 metros con diagnóstico de covid.
Raciel se ubica por el carril 7 y da unos saltos. A su lado, por el 6, está Petrucio Ferreira. Todos van a la posición de listo. El público hace silencio, y la tensión es escandalizadora. Suena el disparo. La arrancada de Raciel es un tanto lenta. Una mala salida otras veces le ha costado… y mucho. Por eso, enfocó su preparación previa a París en mejorar este aspecto. Tiene 70 metros por delante y, como otras veces también, deberá recuperarse. Se “tiran” a la meta.
La pizarra electrónica muestra los cronos. El de Raciel es de 10.93 segundos. De acuerdo con una investigación del Instituto Tecnológico de Georgia, Estados Unidos, el parpadeo del ojo humano tarda más de 0.15 segundos. Ese es el tiempo exacto que distancia a Raciel del podio. Con 10.78, el bronce es para el marroquí Aymane el-Haddaoui. El oro y la plata corresponden a Petrucio Ferreira (10.68) y el estadounidense Korban Best (10.75).
La espera duró más de 2800 días. Entrenó unos 90 meses. Durante esos 8 años se sometió a todos los sacrificios que implica ser un deportista de alto rendimiento solo para enfrentar una carrera que termina en menos de 11 segundos. Y por un abrir y cerrar de ojos…
Raciel, en definitiva, comparte el sexto lugar con el brasileño Lucas Sousa Pereira. El avileño dijo a Invasor a inicios de año que tiraría su último “cartuchazo” en París. Lo dijo seguro de que volvería con un pedazo de la torre Eiffel en el pecho. Al terminar la carrera su discurso fue contrario: “Hay que seguir luchando”. Luego habló de Ciego de Ávila, de su gente, sin evitar que la lágrimas lo empezaran a inundar: “Me da sentimiento ser el único representante y no poder alcanzar esa medalla que todos estaban esperando”.
Ninguna deuda tiene por saldar con los avileños, ni con las pistas. Es un tipo tozudo, eso sí. Esa tozudez misma lo ha derribado y lo ha vuelto a levantar. Será así toda su vida. Ha dicho también que cuando deje la velocidad quiere probarse en la Serie Provincial de Béisbol. “Si me entra el loco…”, fueron sus palabras exactas. Y siempre “el loco” encuentra hábitat en Raciel González.
Tomado de Invasor