El deterioro moral que ha caracterizado la política en Washington durante los últimos años ofrece dos narrativas para justificar seis décadas de bloqueo estadounidense contra Cuba, un castigo totalmente inmerecido.
Por un lado, los sectores más retrógrados justifican las sanciones alegando supuestas ofensas históricas de Cuba. Se aferran al entramado de restricciones, reponiendo hasta el último tornillo que el diálogo bilateral logra desmontar.
Por otro, los progresistas defienden el cambio de política tildando el bloqueo de «fallido», que en su acepción literal, reconoce la incapacidad para doblegar la voluntad del pueblo y gobierno cubanos.
Pero el bloqueo no es ni un fracaso, ni un castigo merecido por los retos impuestos en la construcción de nuestra soberanía.
Tras décadas de estudio, Cuba conoce con precisión el costo humano de estas sanciones: millones perdidos que hubieran aliviado nuestra economía, carente hoy de casi cualquier cosa.
Recientemente, expertos internacionales han cuantificado lo antes invisible: la muerte concreta de seres humanos —hermanos, tíos, sobrinos— en naciones bloqueadas.
El Centro de Investigaciones de Política Económica (CEPR) de Washington D.C. nos presenta en «Efectos de las sanciones internacionales sobre la mortalidad según grupos de edad: análisis de panel comparativo» (Rodríguez, Rendón, Weisbrot, 2023) hallazgos devastadores, basados en datos de 170 países estudiados entre los años 1965 y 2019.
Aunque el estudio en total aporta mucha información relevante, vale la pena destacar cinco resultados esenciales:
1. El bloqueo produce un aumento significativo de la mortalidad general: Las tasas crecen en todos los grupos etarios, desmintiendo el mito de sanciones «dirigidas» sin daño humanitario.
2. El bloqueo es más letal contra lactantes: La mortalidad en menores de 1 año aumenta un 21% por colapsos en salud, nutrición y acceso a medicamentos.
3. El bloqueo tiene un efecto acumulativo muy negativo: A mayor duración del bloqueo, mayor mortalidad. Postulado que refuta la falacia del «shock temporal».
4. Selectivo impacto de género: Las mujeres mueren con más facilidad que los hombres en esos escenarios adversos generados por el bloqueo, debido a sus vulnerabilidades específicas (salud materna, carga de cuidados).
5. Ningún otro bloqueo es más letal que el estadounidense: Las sanciones unilaterales aplicadas por Estados Unidos son más mortíferas que las multilaterales impuestas por el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas o las generadas por otros bloques o países.
¿Por qué son tan destructivas las sanciones estadounidenses?
– La extraterritorialidad: Penalizan transacciones fuera de su jurisdicción. Han demostrado ser capaces de sancionar entidades, gobiernos e individuos específicamente, sin tener en cuenta fronteras.
– El Sobre-cumplimiento (del término inglés «overcompliance»): Bancos y empresas evitan hasta el comercio supuestamente permitido de alimentos y medicinas, por temor a las multas.
– Las Sanciones sectoriales: Asfixian los ingresos al bloquear petróleo, finanzas o transporte, que después terminan por afectar los servicios esenciales como el acceso a la salud, los alimentos y las medicinas.
Ejemplo: Las sanciones al crudo venezolano (2019) redujeron las exportaciones del gobierno bolivariano en un 90% y aumentaron la mortalidad infantil en 40%.
El bloqueo contra Cuba, vigente por más de 60 años, no es una política «fallida», tampoco un castigo justo. Es un acto deliberado de guerra económica diseñado para rendir por hambre a un pueblo y desestabilizar al país, mientras se ignoran las frecuentes condenas internacionales.
Este estudio confirma lo que Cuba sostiene: «el bloqueo mata, y sus arquitectos lo saben»: Un crimen de lesa humanidad documentado en cifras de dolor.
Tomado de Cubadebate