La noticia del fallecimiento de ocho recién nacidos en poco más de quince días en el Hospital Ginecobstétrico 10 de octubre, en La Habana, nos ha sobrecogido a todos. Triste realidad que no enluta solo a esas, sino a todo el país. En la escueta información oficial ofrecida por los medios de prensa se habla de signos presuntivos de sepsis y de otras cuestiones relacionados con el delicado estado de salud de estos infantes, consecuencia del bajo peso al nacer y de la prematuridad.
Este asunto no debería limitarse a lo sucedido durante los días en los que estos neonatos permanecieron en la institución hospitalaria, y tendría necesariamente que ir muchísimo más allá y e intentar escudriñar en estos aspectos macro sociales que inciden en las gestantes.

Así, no podría destimarse entonces la crítica situación que hoy tiene nuestro sistema de salud, sí “crítica”, pues llamarla de otra manera sería usar un eufemismo imperdonable que laceraría a cualquier cubano que haya tenido que ingeniárselas para encontrar un medicamento en el mercado negro o acudir a la solidaridad colectiva en las redes sociales para una bránula o una donación de sangre.

Esas carencias las sufren hoy los profesionales de la salud a la hora de asistir a sus pacientes y por supuesto las embarazas y niños no están exentos de ellas. Las consecuencias de la crisis económica mundial, el bloqueo estadounidense, la pandemia de la COVID 19 y las ineficiencias internas han calado en un sistema de salud que puertas afuera nos prestigia, pero hacia adentro nos preocupa cada día más.

Y las causas de la situación actual, que también afecta a los avileños, anteceden incluso a la concepción del embarazo. Hoy la planificación familiar falla. No existen los suficientes medios de anticoncepción, lo que expone a embarazos a mujeres menores de 18 años, a mayores de 35 años e incluso a féminas con enfermedades de base, quienes muchas veces, al no contar con los medicamentos suficientes para sus tratamientos, llegan descompensadas a la concepción y eso, dicen los entendidos, puede ser fatal para la madre y su hijo.
Recordemos también que una buena parte de quienes hoy están en edad fértil son las nacidas en los años 90 del pasado siglo, quienes durante sus primeros años de vida crecieron con carencias nutricionales que hasta hoy se arrastran y que son consecuencia de aquellos duros años de crisis.
Tendríamos que preguntarnos también ¿Cuántas embarazadas pueden darse el lujo hoy de alimentarse 6 veces al día, como dictan los protocolos de atención? ¿Cuántas pueden tener esa dieta equilibrada con frutas, vegetales, proteínas, carbohidratos y derivados lácteos para responder a una dieta equilibrada? Me tomo el atrevimiento de decir que muy pocas, pues los alimentos escasean y cuando aparecen superan en diez y hasta veinte veces el precio que tenían hace apenas dos o tres años.
La atención adecuada a embarazas y puérperas es una cuestión que atañe a todos, y debe, como está concebido tener un enfoque de asistencia multidisciplinario, donde toda la responsabilidad no radique en el Ministerio de Salud Pública. También abarca a las organizaciones, políticas y de masas, a los entes económicos, etc. No basta con exigir seguir haciendo más con menos en el sector de la salud, donde se demanda de recursos. No basta con los deseos de salvar vidas y la buena voluntad de sus profesionales. Hay que aunar esfuerzos y trazas estrategias concretas que den frutos concretos en la asistencia médica.

Por: Karin Gómez Hernández

 

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