Lo ocurrido este jueves en el estadio José Ramón Cepero de Ciego de Ávila va más allá de una simple suspensión por mal estado del terreno. Revela problemas de gestión y comunicación que afectan directamente el espectáculo deportivo. Bajo un sol radiante fue suspendido el partido entre Santiago de Cuba y Ciego de Ávila en la Serie Nacional de Béisbol, pero analicemos los hechos.

Que el partido se suspendiera minutos antes del inicio, con cielo despejado y después de múltiples revisiones —desde el día anterior y a las 9:00 a.m. de la misma jornada—, indica falta de criterio unificado o una evaluación deficiente de las condiciones del terreno.

Si a las 9:00 a.m. se ratificó que se jugaría a las 2:00 p.m. siempre que no lloviera, la queja posterior del equipo santiaguero sugiere que la evaluación inicial fue incorrecta. Esto genera una percepción de desorganización en un evento que no es cualquiera: es nuestro pasatiempo nacional.

Suspender un partido en estas condiciones desanima y frustra a los aficionados, además de complicar el trabajo de los medios de comunicación. Ellos son el alma del deporte. Invertir tiempo —en un contexto ya difícil— para toparse con una cancelación de último minuto erosiona la confianza en la organización y desalienta la asistencia futura a los estadios.

El béisbol es un espectáculo y, como tal, debe respetar al público.

En nuestra opinión, el estadio Cepero contaba hoy con las mejores condiciones de juego de los últimos días: sol radiante y sin lluvia. Que este sea el undécimo partido que no juega Ciego de Ávila resulta alarmante.

La Serie Nacional tiene un calendario ajustado. Reprogramar tantos encuentros representa un rompecabezas logístico que agota a los equipos, implica viajes extras y concentraciones más largas, afectando el rendimiento de los atletas. Llegar a la mitad del campeonato con tantos juegos pendientes es una bomba de tiempo.

El punto más crítico: el clima tiende a complicarse en los próximos días con la posible llegada de un poderoso huracán. Si ya existe una acumulación de partidos pendientes, un fenómeno meteorológico de esta magnitud podría colapsar el calendario por completo, llevándolo a un punto de no retorno. Esto podría forzar decisiones drásticas, como acortar la serie o programar dobles jornadas que comprometen la calidad del juego y la integridad física de los peloteros.

Que me disculpen los responsables de la decisión, pero doy mi opinión como periodista y lo que creo sobre el tema.

La suspensión del partido en las condiciones descritas no fue solo un error técnico, sino un fracaso en la gestión del espectáculo y en la consideración hacia los aficionados y la serie.

En un contexto donde el béisbol es “patrimonio cultural de la nación” y el país invierte millones para sostenerlo, resulta imperativo:

  • Establecer protocolos claros e inflexibles para la evaluación del terreno, con inspecciones realizadas por comisiones técnicas neutrales y con suficiente antelación.

  • Priorizar una comunicación transparente con los aficionados para no dañar la relación con ellos.

  • Actuar con previsión y seriedad ante el calendario, especialmente con la amenaza climática en el horizonte.

Cada día de juego perdido sin una causa de fuerza mayor es un lujo que el campeonato no puede permitirse.

Cada decisión debe pensarse bien, efectivamente, para no herir a “nuestra pelota”.

Lo ocurrido en Ciego de Ávila, sumado a la amenaza del huracán, es una llamada de atención urgente para que la organización demuestre mayor profesionalidad y capacidad de previsión. El béisbol cubano se lo merece.

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