Si en los años 70 u 80 del pasado siglo alguien le hubiese dicho a Leovijildo B. Luciano que un día, desde la cabina del camión en el que pasó prácticamente toda su vida, no vería caña y caña a uno y otro lados del camino, sino arrozales en las áreas más propicias para ese grano, frijoleras y otras plantaciones, con toda seguridad hubiera chasqueado la lengua en gesto incrédulo como diciendo: «Usted está loco».

Los contundentes golpes que significaron la desactivación, primero, del central azucarero, y la saña, después, con que el huracán Irma arremetió contra el noble municipio, pondrían a prueba la capacidad de sus habitantes para no rendirse ni pactar sumisamente con las desgracias a favor de la inercia.

Que algunos «atrevidos» hayan aguzado aún más la mirada y la mano en el arroz (cultivo que nunca le fue ajeno a la zona) creó cimientos para ir marcando terreno, poco a poco.

GERMINACIÓN

Idéntica frase habría expresado Leovijildo en aquellas mismas décadas, un poco más adelante, a finales de siglo, e incluso más acá, si alguien le hubiera dicho que, aun en medio de limitaciones económicas y financieras sin precedentes, el municipio llegaría a producir un volumen suficiente de arroz y de frijol como para que la nación no tuviese que enviarle –en caso extremo– ni un grano.

El puntillazo llegó con la constitución de las empresas municipales agroindustriales, estructura que, como todo, hecha raíces en unos lugares con más fuerza y en otros tal vez con menos.

A pesar del corto tiempo (apenas dos años) y de su quijotesca bronca contra los molinos de estos tiempos, la empresa de Bolivia no tiene mucho, quizá nada que envidiarles a otras, al menos dentro de la geografía avileña.

«Echamos a andar con el capital (maquinaria, recursos) que teníamos como unidad empresarial de base, y aprovechando también las oportunidades de crédito ofrecidas por el Banco –explica Eddy Torres Acosta, director general–, y poco a poco fuimos levantando presión. El pasado año, por ejemplo, le aportamos a la circulación mercantil más de 70 millones de pesos, y cerramos con 9,5 millones en utilidades. Ya hoy tenemos más de cuatro millones».

EL ARROZ SE PONE LOS GUANTES

Es incalculable lo que un territorio puede lograr cuando de verdad «clava los spikes», como se suele decir en jerga deportiva.

Según comenta Maday Castillo Álvarez, delegada de la Agricultura en el municipio, si se dispusiera de más agua, Bolivia podría sembrar unas 4 000 hectáreas concebidas para arroz.

«No obstante, de un plan de siembra para las campañas de frío y de primavera, ascendente a 1 388 hectáreas, se alcanza un real de 1 711; o sea, un 23 % por encima», acota.

Lo cierto es que, si hoy el país decidiera no enviar ni una onza más de arroz para el norteño municipio, cada familia podría seguir recibiendo las siete libras normadas por habitante.

Los cálculos están hechos, la producción los respalda.

Bolivia necesita 49,2 toneladas de ese grano al mes, y 591 al año. Eso no es problema para nosotros», afirma Eddy.

Igual situación distingue al frijol: un producto tan imprescindible en la cocina criolla cubana, como lamentable resulta que la nación deba estar erogando divisas para adquirirlo en el exterior, pudiendo producirlo internamente.

Ello no ocurriría si existieran mayor voluntad, disposición e iniciativa (y eso es soberanía alimentaria, autonomía, poder…), para decir: «el frijol también va por nosotros».

Su demanda en el municipio está en el orden de las 4,4 toneladas. Si se logran hilvanar correctamente una buena concepción de la siembra, mecanismos de control, adecuado proceso de contratación, cosecha y destino, tampoco hay dificultad para contar, incluso en una sola campaña, con el grano que requiere el año completo. De hecho, ya se le entregó a Comercio Interior un volumen superior.

OTROS HORIZONTES

Si el hombre no solo vive de pan, tampoco de arroz y frijol únicamente. Por eso, marcando pauta y espacio, poco a poco, la Empresa ha plantado bandera en otros terrenos.

La más reciente incursión tiene lugar en torno al cultivo del girasol, con el propósito de producir aceite vegetal.

«Para comenzar, sembramos 40 hectáreas que ya estamos cosechando –explica el Director de la Empresa. El agua nos afectó una parte, pero lo que sobrevivió se ha venido comportando bien. En las próximas horas, queremos hacer la primera prueba de extracción, con ayuda de un moronense que tiene experiencia en ese giro.

«La verdad es que hemos venido aprendiendo sobre la marcha, por medio de un intercambio, sobre todo telefónico, con un productor de la provincia de Granma».

El reto, en general, obliga a abrir el diapasón. Si de verdad se pretende asegurar, para cada habitante, al menos 15 libras de viandas por mes, no puede ser tangencial o teórica la visión y el accionar en torno a cultivos como la yuca, el plátano, el boniato o la malanga, por apenas mencionar cuatro. Muy bien lo saben el campesino Gerardo García y su hijo Yaumel, ligados a la Empresa.

Ninguno de esos alimentos cae «por gravedad de buenos deseos». Hay que trabajar duro. Lo confirma, cada vez más, la escasez de insumos y de recursos en general para producir. Y hay que mantener, desde luego, una alta motivación en los productores, en particular mediante agilidad en mecanismos de pago por producciones terminadas y entregadas, asunto que ha presentado escollos en el caso específico del arroz y del frijol, cuya solución no depende del municipio.

La Empresa boliviana asegura ingresos, también, por concepto de servicios ofrecidos a productores, y de alternativas como un centro de elaboración de alimentos que está vendiendo, diariamente, alrededor de 200 000 pesos en productos muy demandados por la población, como croquetas, hamburguesas, puré de tomate, dulces de frutas, además de pan.

Esta última oferta es posible, tras haber asumido una instalación de la cadena del pan, que bostezaba desde hace algún tiempo, sin uso.

De tal manera, la Empresa beneficia a sectores de alta sensibilidad, como Educación y Salud, incluyendo la Casa de los abuelos y el Hogar para ancianos.

Esa vertiente del destino final armoniza, un tanto, con el cono de preocupación que más de una vez ha recalcado Maday: «Producir mucho e ingresar dinero, tener buenos indicadores económicos, utilidades… es muy bueno, pero teniendo siempre en cuenta que, finalmente, lo más importante es la satisfacción de las necesidades alimentarias, responder a la demanda real (familiar, social e institucional)».

No por azar nacieron estas empresas, en busca de un fortalecimiento del sistema productivo y económico, que dé al traste, por fin, con los niveles de autoabastecimiento y con la soberanía alimentaria que necesita, y que debe lograr, cada demarcación.

Con determinados avances, insatisfacciones, aciertos y cabezazos, Bolivia va desbrozando su camino. Lo fundamental es que no se le agote «el combustible»… no el fósil, ese que amenaza con extinguirse a escala planetaria, sino el otro: el que llevan dentro las personas, sobre todo quienes encabezan o dirigen actividades y procesos que repercuten, y hasta pueden determinar, en los destinos de la nación.

Para nostalgia inextinguible y dolor de quienes residen en el poblado cabecera, del legendario central azucarero apenas queda una hermosa chimenea, acaso oteando ahora, a lo lejos, campos de arroz en los que crecían saludables plantaciones de la gramínea.

A pocos metros de esa torre, un molino pide arroz, tal vez como expresión de nuevos tiempos, mientras espera la añorada conclusión de un secadero. Bolivia no se rinde. A la hora de hacer, que es la mejor manera de decir, «sigue yendo al grano».

Tomado de Granma

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