El aroma a guarapo y miel que brota de la caña fresca, anuncia el despertar en las mañanas, el reflejo de un nuevo día de intenso bregar.
Tierra fértil que acuna la esperanza, que invita a la labor continúa, a despertar la inercia que nos hace grandes, fuertes, capaces de engrandecer el porvenir para merecer ser hijos de esta tierra de laureles y bugambilias, que acumula ya 107 años.
Cada febrero los violeteños evocan su historia y rememoran pasajes de la vida, que antaño, edificó el camino perfilado con calles que entrelazan el entorno, adornado con casas de tabloncillo, estilo californiano, como herencia de los antiguos dueños del central.
El gigante de la lanza erguida, se mantiene imponente y el pitazo en varias horas, acompañado del humo que brota de la chimenea, describe la actividad constante.
Las gotas que caen sobre las plantas, sobre los techos o sobre el caminante que marcha rumbo a su casa después de la jornada, no afirman el inicio de la primavera, perfilan el arcoiris y la lluvia intensa del enfriadero del central, símbolo de una herencia legada desde 1916.
El barrio de Cupeyes, de Violeta, hoy de Primero de Enero, está de cumpleaños, más de un siglo de Tradiciones y Victorias, de aciertos, desaciertos, en el que hombres y mujeres dejan su huella para que perdure su historia.
Ariel González Guzmán