Cuba cuenta con un sólido y vasto legado musical que ha dejado una huella imperecedera en nuestra identidad como nación y en el mundo. Caminar hoy por las calles de Ciego de Ávila, nos sitúa ante un amplio paisaje sonoro. Desde bicitaxis, motocicletas eléctricas, balcones de edificios, bocinas portátiles y celulares que llevan consigo los lugareños, recibimos el impacto de lo que podríamos catalogar como balas agresivas, irreverentes, transgresoras de lo que tradicionalmente se ha concebido adecuado en los órdenes moral y cívico.
Lo preocupante es su ascenso y extensión en el gusto y consumo musical de algunas generaciones, sobre todo entre los segmentos más jóvenes, lo cuales han normalizado ese tipo de discurso, irrespetuoso y denigrante. Al poner de manifiesto el impacto de lo que más se escucha hoy y la incorporación de un código transgresor propio de esas nuevas canciones.
Ya este tema ha sido objeto de análisis y reflexión en las asambleas pre congreso y reuniones de cada filial de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba y otros espacios culturales. Sin embargo, el mal no ha sido erradicado, al contrario, prolifera con la aparición en los últimos años de las bocinas portátiles y otros medios, convertidos en los mejores aliados de estos ritmos y de sus promotores, capaces de imponer sus gustos en cualquier lugar y momento del día.
La cultura es por esencia dinámica. Solo en ella permanece constante, el carácter de cambio y transformación. Lo mismo sucede con la música. De ahí que sea lógico, extrapolando la idea de Fernando Ortiz sobre el gran ajiaco que somos, que, en los complejos procesos de su evolución, a la música se incorporen en su desarrollo nuevas influencias, que impliquen avances y no retrocesos.
Solo desde una postura crítica podremos recuperar la memoria histórico-musical de siglos que atesora Cuba. Un análisis que debe hacerse sin negar los nuevos géneros que forman parte del panorama musical cubano actual. Pero nuestra música, es mucho más que el tan conocido reparto o el reguetón. Debemos preservar la canción que enaltece la dignidad humana, esa que es expresión de la diversidad que existe en el mundo, pero sobre todo esas melodías que representan a la cultura e identidad de esta nación caribeña.