La información actual sobre los cigarros electrónicos es objeto de un debate constante. Si bien la evidencia a corto plazo sobre sus efectos nocivos es sólida, respaldada por numerosos estudios que demuestran daños al organismo, aún se desconoce el impacto que tendrán a largo plazo en la salud humana, pero se puede prever que el futuro al respecto no será alentador.
Los expertos coinciden repetidamente en que los pulmones están preparados tan solo para recibir aire, y no todo el cúmulo de sustancias que pueden encontrarse tanto en los cigarros tradicionales como en estos dispositivos.
Es un hecho que el mercado de los cigarros electrónicos se dirige principalmente a los jóvenes, con estrategias de marketing muy bien elaboradas. Colores llamativos, sabores atractivos y diseños modernos están pensados para captar la atención de los adolescentes.
Además, su condición de objeto tecnológico y la posibilidad de actualizaciones y personalizaciones, los convierte en un producto doblemente adictivo, con el potencial de incorporar cada vez más parafernalia tecnológica, convirtiéndose así en un elemento más de la cultura pop.
Y en cuanto a sus posibles beneficios, a pesar de la investigación, en algunos casos influenciada por intereses económicos, no existen pruebas contundentes que justifiquen su uso como método para dejar de fumar.
Otro aspecto a considerar, desde una perspectiva económica y no solo social, es el papel de la exportación de tabaco en la economía nacional. Aunque en 2022 se registró un decrecimiento, este rubro generó 545 millones de dólares, lo cual es una cifra considerable, para una economía tan golpeada como la cubana. Nuestra sociedad tiene una contradicción entre enaltecer la salud y, al mismo tiempo, depender económicamente de la producción de tabaco.
La Resolución 23 de 2020 del Ministerio de Salud Pública (MINSAP) regula la importación de los cigarros electrónicos, priorizando la prohibición de insumos relacionados con el cannabis, en línea con la política de tolerancia cero contra las drogas, más que como una medida integral dentro del programa nacional contra el tabaquismo, lo cual requiere de una actualización a los tiempos actuales. No existe por tanto un tratamiento individualizado por parte del Estado cubano, que al menos alerte a los consumidores sobre el riesgo potencial de los cigarros electrónicos.
En julio de 2019, tras reportarse un número inusual de internados por enfermedad respiratoria relacionada con el uso de cigarrillos electrónicos (EVALI), muchos gobiernos comenzaron a regular estos dispositivos. En el mundo ya hay más de 26 países que han prohibido su comercialización, entre los que destacan Brasil, Uruguay, Panamá, México, Qatar, Arabia Saudita, Tailandia y la India.
A pesar de la prohibición de importación, la diversidad de formas y tamaños de los cigarros electrónicos facilita su ingreso al país. En el mercado informal se encuentra, cada vez más, variedad de precios y marcas de cigarros electrónicos. Incluso es posible hallar tiendas online en La Habana que ofrecen estos productos, promoviendo el “vapeo” como un estilo de vida. Si bien es sabido que estos productos están penetrando cada vez más en el comercio informal de la isla, aun a día de hoy, Cuba no dispone de estadísticas abarcadoras sobre sus patrones de consumo.
Es sabido que los recursos de la industria tabacalera a nivel mundial para mantener su mercado superan los de la salud pública para contrarrestarla. La decisión entre tabaco y salud es compleja, especialmente en Cuba, donde la producción tabacalera es una tradición secular. Es por eso que priorizar la salud requiere políticas públicas sólidas y su estricto cumplimiento.
La evidencia científica demuestra que la prevención y control del tabaquismo es la medida más efectiva para reducir la morbilidad y mortalidad evitables. Cada día, 36 cubanos fallecen por tabaquismo activo y cuatro por tabaquismo pasivo. Estas estadísticas, cabe destacar, no comprenden aún el fenómeno de la aparición del cigarro electrónico.
Es importante reconocer que, en la segunda mitad de la década de 1980, el estado cubano inició acciones nacionales contra el tabaquismo debido a su alta prevalencia. En 1987, se lanzó la «Campaña para desestimular el hábito de fumar», luego convertida en «Programa para la Prevención y Control del Tabaquismo», acompañada de acciones legales amparadas en la voluntad política de preservar la salud pública.
En 1988, se propuso una revisión de la legislación vigente para prohibir fumar en lugares públicos y la venta a menores, pero no se logró su cometido. En 1994, Cuba se convirtió en uno de los primeros países en prohibir fumar en vuelos domésticos y se adhirió a la prohibición paulatina en vuelos internacionales.
En el 2005 se dio un paso importante con el Acuerdo 5570 el cual estableció la prohibición de la venta de tabaco a menores y restringió el consumo en lugares públicos cerrados, transporte y centros educativos, de salud y deportivos. También estableció la necesidad de áreas designadas para fumar con señalización adecuada.
No obstante, el marco legal para el control del tabaquismo es fragmentado, con regulaciones dispersas y sin un documento único que las consolide. A pesar de la existencia de regulaciones, la implementación es deficiente, debido a la falta de conocimiento, interés y control por parte de los responsables. Se requiere de una reforma integral que incluya una ley unificada, mayor control y fiscalización, campañas de concienciación más efectivas, y la regulación de nuevos productos como los cigarros electrónicos.
De igual modo que se realizan campañas para la prevención de otras enfermedades, y medios como la televisión y la radio, alertan sobre diversas amenazas, es necesario que tópicos como el de los cigarros electrónicos, llegue a nuestras pantallas, y alerte a los más jóvenes, de su peligro, así como de su no inocuidad.
Varios estudios realizados en EE.UU. han demostrado que los jóvenes, no consideran al cigarro electrónico como un medio adictivo y muchos ignoran que al igual que el cigarro convencional estos presentan nicotina, la mayoría de las veces, en concentraciones superiores a las habituales. Debe lucharse contra las modas que afectan la salud del pueblo, y en ocasiones para ello solo es necesario despejar el humo de la desinformación para sembrar conciencia.
Tomado de Invasor