–¿Tú crees que pueda hablar con él?

–Creo, no, estoy seguro de que podrás.

La colega chilena tomaba opiniones al conocer, en París, que la final olímpica de los 130 kilogramos de la lucha grecorromana sería entre Mijaín López y otro cubano, Yasmani Acosta, que representaba los colores del país sudamericano.

La urbe parisina se había estremecido el día antes, cuando Armand Duplantis voló hasta perderse en las nubes y caer en el estadio olímpico con el récord mundial de salto con pértiga de seis metros y 25 centímetros. Pero a los pies de la torre Eifel comenzaba otra historia, en la misma jornada del 5 de agosto, la cual se inscribiría en la Ciudad Luz como su Sena, su Arco del Triunfo o su acera del Louvre.

Mijaín llegó para que París se hiciera eterna con la imagen de Cuba. El sudcoreano Lee Seungchan salió del colchón con un 7-0, y sus adversarios se aflojaron, incluso el iraní Amin Mirzazadeh, enfundado en su título de campeón mundial. Su juventud y clase sobre el tapiz presagiaban el máximo reto para el gigante de ébano. Lo fue, sí, pero lo saldó con una magistral conducta táctica que le favoreció por 3-1.

En la semifinal, otro persa, pero vestido con los colores de Azerbaiyán, de aval bronceado de Río de Janeiro, por demás, uno de sus grandes admiradores, trataría de ir contra lo imposible. Sabah Shariati también cedió, por 4-1, en lo que fue la victoria número 20, de manera consecutiva, del pinareño en Juegos Olímpicos.

Llegó el 6 de agosto, una de las fechas cumbres de Mijaín, pues un día como ese, en Londres, en 2012, ganó su segundo pergamino áureo. Acosta, con quien comenzó de niño en los colchones, salió a la arena sabiendo el final de la película. Pero estaba allí para intentar cambiarlo, aunque en los seis minutos de rodaje ni siquiera lo inquietó. El hijo de Leonor y Bartolo ganó desde que entró a la escena.

Hoy soplamos la primera velita de su quinta medalla de oro olímpica, hazaña, hasta hace un año, inédita en los Juegos Olímpicos. Nadie, con una sola oportunidad de triunfar, ha tejido consecutivamente una estela dorada, en cinco ediciones del evento deportivo más grande del mundo.

–Se ve como un súper héroe, como invencible, le dijo la periodista chilena.

–El héroe, el invencible, es mi pueblo. Yo solo salgo a cumplir con él.

Sí, es invencible no solo por su fuerza, por su dominio de cada centímetro del colchón, o porque conoce del gladiador todos sus secretos. Lo es por lo que dicen sus padres. A Bartolo le salió del pecho que «para mí la medalla más importante de Mijaín es su corazón, su nobleza y el compromiso que tiene con esta Revolución, sin la cual no hubiera sido nada, como hijo de campesinos pobres y de piel negra». Su mamá fue más directa: «Mijaín es más patriota que campeón».

Tomado de Granma

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