Todo parecía indicar que la XIII Jornada Nacional Títeres al Centro en Ciego de Ávila volvería a hacerse de manera virtual. Suspenderse nunca. Ya se había demostrado la valía de este evento en 2020 cuando la pandemia asomaba en el país y, luego, al año siguiente, cuando en medio de restricciones y muchísimo dolor las redes sociales lograron ese abrazo entre ¨los de aquí y los de allá¨

Súmese las carencias económicas y lo incierto del presupuesto en este tercer trimestre del año. Pero más pudo el empuje de los nuevos cultores del género y la alianza entre instituciones. Como resultado, un programa ambicioso para los tiempos que corren, que aglutinó a la compañía Guiñol de Remedios y al Mejunje teatral de Santa Clara, este último protagonista del certamen pues a él se le dedica el evento por estar celebrando sus 40 años de creado y al Cuarto Congreso de la Asociación Hermanos Saíz en la provincia avileña.

Ya lo decía Rafael González Álvarez, director de Polichinela, en rueda de prensa: “Hemos hecho un esfuerzo grandísimo. No obstante, creo que más allá de lo que podamos invertir desde el punto de vista económico, tenemos que pensar en devolver al público una actividad presencial—de la que estamos ávidos— luego de haber vivido momentos tan tensos”.

Y sobre todo poner en alto el nombre de Yosvany Abril, gestor de esta compañía y a la que tanto apostó para ponderar el arte de los retablos en toda la Isla.

Es así como volvió Títeres al Centro a predios avileños, con un programa de actividades atemperada a los tiempos actuales, y teniendo a su favor una organización bien acertada para que el arte del títere llegara a varios lugares.

Fue entonces cuando las marionetas convertidas en personajes visitaron centros educacionales, el hogar sin amparo familiar, parques, comunidades y la Casa del Joven Creador.

Algo muy positivo que marcó esta festividad fue la alegría de ver a la familia avileña reunida en la Sala Abdala, para disfrutar de la nueva propuesta del Guiñol Polichinela con su estreno Bebé, basado en el cuento clásico  Bebé y el Señor Don Pomposo, de José Martí.

La algarabía, los aplausos, el intercambio directo entre público y artista volvió a cobrar vida, luego de un periodo largo de tiempo de estar esta institución cultural cerrada por motivos constructivos.

El retablo titiritero es decisivo en la formación de la personalidad del infante y le permite distinguir mejor entre la realidad y la ficción, extiende la riqueza de su vocabulario, mejora la expresión oral y la dicción, lo ayuda al juego y al rito del teatro.

Quienes se acercan a menudo al teatro de títeres y para niños en Cuba, saben que el arte titiritero se ha convertido en una de las fuerzas motrices de la teatralidad de la escena de nuestros días. Muestra  de ello fue la noche más larga del títere, que tuvo lugar en todo el boulevard de la ciudad de los portales.

Desde hace tiempo, que yo recuerde no se veía a los niños y hasta personas adultas, alegres y contentas al disfrutar con beneplácito las bondades que te permite el buen arte llevado a escena, experiencias que pocas veces se hacen realidad, en el contexto actual.

Si ellos, los titiriteros y teatristas han demostrado que el fuerte poder del arte (con recursos o sin ellos) no conoce obstáculos ni adversidades, las autoridades o instituciones en­car­gadas de cobijarlos no deberían nunca darles de lado.

Aun cuando puedan faltar los recursos no puede fallar la sensibilidad, el trato adecuado, la atención y la consideración. Importa mucho el trabajo de estos artistas identificados con su público y el milenario arte de animar lo inanimado. El teatro de títeres y para niños, reiteramos, no es arte que deba nunca ser confinado.

 

 

 

 

 

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