Habla con vehemencia, defiende una y otra vez su punto de vista, pero insiste en llegar a consensos y escuchar las experiencias que se acumulan en cada territorio. Modula la voz, como lo hacen las maestras de Primaria, y enfatiza nuevamente en un par de ideas esenciales, para que no desaparezcan en el torrente de las palabras.

Sostiene que la educación cubana debe cambiar y adaptarse con rapidez a los nuevos tiempos. Está convencida de ello y, desde que fue designada como ministra de Educación, impulsa varias de esas transformaciones inaplazables. Tampoco es sencillo: su sector es uno de los más grandes del país.

Cuando termina la reunión y ya casi debe partir para la siguiente provincia en su recorrido, Naima Ariatne Trujillo Barreto dialoga con la prensa sobre esos cambios necesarios y también sobre los retos del sistema educacional cubano.

―Llama la atención esta urgencia por hallar nuevos métodos de trabajo, ser más flexibles, hacer cosas diferentes… ¿Qué busca exactamente el Ministerio de Educación?

―Lograr un diálogo diferente con los educandos resulta una meta que siempre hemos tenido como sector, toda vez que el proceso educativo se da en el marco de la comunicación humana. Por eso, sin comunicación no hay educación.

“Realmente tenemos muchos retos, porque surgen nuevas plataformas comunicacionales, y nuestros muchachos no están ajenos a ellas. Al mismo tiempo, debemos garantizar en el aprendizaje, no importa a través de qué métodos se produzca, el rol protagónico del estudiante.

“En ese sentido tenemos varios asuntos prioritarios este año, porque debemos ir poco a poco. Primero, potenciar métodos de aprendizaje como la investigación dirigida, y desarrollar la clase en un ambiente de diálogo, donde se atienda las matrices de opinión que interesan a los niños y adolescentes.

“La escuela cuenta con determinados fines educativos, pero también debe escuchar las inquietudes propias de la edad por la cual transitan sus alumnos, para que estos puedan construirse como seres sociales, interpretarse a sí mismos y decidir qué quieren. Por eso, es preciso mantener el oído atento a los intereses del estudiante, e incorporar esos temas a la agenda del maestro.

“Lo otro es la importancia de enseñarlos a pensar, a tomar decisiones, y allí la lectura juega un papel definitorio. Para dialogar con los demás y decidir hacia qué metas nos dirigiremos en la vida, primero hay que entender el mundo y poseer una alta cultura, que se adquiere fundamentalmente con los libros. El problema es que hoy los muchachos leen poco. No solo ocurre en Cuba: es un fenómeno global”.

―¿Es posible reimpulsar el hábito de la lectura en el escenario actual?

―Claro que podemos hacerlo. Pero esos cambios no son de hoy para mañana. Hay que crear gradualmente el hábito, no importa qué libros lean. Luego de sembrada esa semilla, la otra batalla es conseguir que se interesen por textos más largos, porque el ritmo de la vida actual tiende a fomentar la lectura de materiales cada vez menos extensos y complejos.

“Nuestro sistema educacional tiene muchísimos docentes como la profe Amalia, de la serie Calendario: profesionales con una creatividad y una sensibilidad tremendas. Y creo que la meta estaría en que nuestras clases sean así de interesantes, pero para ello el maestro debe poseer una elevada cultura. Ahí está la cuestión de fondo: tenemos que incentivar este movimiento por la lectura en los espacios donde se forman los futuros docentes”.

―¿Y cómo anda esa formación pedagógica ahora mismo?

―Es complicado. En las últimas décadas ha sido dificilísimo.

“Debido a los problemas de cobertura docente, el Ministerio de Educación varias veces se ha visto obligado a interrumpir el ciclo de formación de los estudiantes que cursan carreras pedagógicas, para ubicarlos tempranamente frente a un aula. No había de otra. Pero eso también tiene un costo en las habilidades profesionales de muchos maestros y en la calidad del proceso de enseñanza-aprendizaje.

“A eso debemos añadir dificultades en la atención y remuneración de nuestros docentes, problemas en la formación vocacional orientada hacia las carreras pedagógicas y, también hay que decirlo, determinada interpretación social de que el magisterio no es una profesión elevada desde el punto de vista intelectual.

“Todo eso nos ha jugado en contra, y ciertamente iremos revirtiendo esa situación, pero no es sencillo, pues el principio de universalidad de la educación cubana conlleva a que este sea un sector enorme. Entonces, los cambios profundos requieren de tiempo.

“Las dinámicas demográficas del país, que tienden a la disminución de los nacimientos, ya anuncian que a mediano y largo plazos tendremos que reordenar la red escolar. A medida que haya menos niños, reduciremos el número de escuelas y tendremos una menor necesidad de maestros. En ese contexto, podremos hacer mayor hincapié en la calidad del profesional.

“De todas formas, no podemos esperar tanto. Desde ahora necesitamos que nuestros maestros sean los más capaces, que innoven, que cuenten con competencias comunicacionales y digitales”.

―Usted habla con frecuencia sobre Paulo Freire y la necesidad de que el proceso docente-educativo sea más participativo y horizontal. En ese sentido, ¿cuánto nos queda por avanzar todavía?

―Tenemos que seguir preparando a nuestra gente, porque cuanto más se flexibilizan los métodos de aprendizaje, más difícil se torna la labor del maestro, aunque estoy convencida de que necesitamos una verdadera ruptura con la educación tradicional.

“De hecho, ese cambio a otras modalidades, ese empeño por lograr una escuela extramuros, es también una transformación de un paradigma, y cuesta trabajo a los que enseñan y a los que aprenden. Entonces, en ese sentido priorizamos todo un sistema de preparación, de proyectos de investigación y pronto introduciremos en las escuelas pedagógicas nuevos conceptos tendentes a que el estudiante construya su aprendizaje.

“El Tercer Perfeccionamiento es un importante paso de avance, pues promueve novedades como el trabajo en red, donde las escuelas identifican y establecen sinergias, intercambian entre sí y promueven la retroalimentación con un diverso grupo de actores locales.

“A pesar de que ahora estamos algo limitados con la infraestructura tecnológica, parte de nuestra estrategia se basa en los adelantos de la informática y del mundo digital, como herramientas para el aprendizaje. Sin embargo, no perdemos de vista que lo esencial es la comunicación entre seres humanos, y sobre esa base preparamos a nuestro magisterio. En Cuba la pedagogía seguirá siendo una profesión con un gran compromiso social”.

Tomado de Invasor

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