En el ritmo siempre acelerado de una sala de control, entre el parpadeo de las luces rojas y el murmullo de las cámaras que se alistan, hay una presencia que es sinónimo de calma y sabiduría dirigiendo el set.

Es la de Jorge Luis Bermúdez, un hombre que no solo ha visto pasar la historia de la televisión avileña, sino que la ha construido con sus propias manos, cuadro a cuadro, segundo a segundo.

Más de cuatro décadas dedicadas a la televisión y los 25 años transcurridos desde la fundación de Tele avileña en Ciego de Ávila se condensan en su figura. No son solo números en un currículum; son el testimonio de una vida entera entregada con la devoción de un artesano al fascinante mundo de la imagen.

Para él, la cámara y la coordinación no fueron solo instrumentos de trabajo, sino la extensión de sus ojos, aquellos que atesoraron los mejores momentos de una señal que se hizo esencial para una provincia.

Pero lo que realmente define a Jorge Luis va más allá de su impecable técnica o su ojo clínico para el encuadre perfecto. Es su humildad, una virtud que se ha vuelto faro en un medio a veces efímero.

Su carácter afable y sincero lo convirtió, naturalmente, en el formador de generaciones. Por sus manos y su paciencia de maestro pasaron decenas de jóvenes que llegaron con ansias de aprender y encontraron en él un libro abierto, un pozo de conocimiento del que podían beber sin condiciones.

Jorge Luis Bermudez no guardaba secretos; los compartía. Su sabiduría, acumulada en miles de transmisiones en vivo, programas grabados y noticias urgentes, se ofrecía «a cambio de nada», excepto de la satisfacción de ver crecer a quienes lo rodeaban. Él fue, es y será la columna vertebral invisible sobre la que se sostuvo durante años el sueño de hacer televisión en Ciego de Ávila.

Se le puede llamar con justicia «símbolo» o «estandarte», pero el título que mejor le queda es el de la Universidad de la Imagen Avileña.

Él fue esa alma máter práctica donde se aprendió no solo a enfocar una lente, sino a enfocar el compromiso, la ética y el amor por un oficio que es, al mismo tiempo, un servicio.

Hoy, cuando la pantalla sigue encendida, su legado perdura en cada uno de aquellos a quienes enseñó el camino. Jorge Luis Bermúdez es el rostro de la memoria viva, el guardián de una historia que sigue contándose, y su huella, imborrable, queda grabada para siempre en el alma de la televisión avileña.

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